Distinguir entre timidez e introversión resulta fundamental para apoyar a niños y niñas en su desarrollo social y emocional. Mientras que la timidez implica incomodidad en situaciones sociales y el deseo de superar esa barrera, la introversión es una forma de ser que no necesariamente causa malestar, pero que a menudo se malinterpreta como timidez en el ámbito educativo.
¿Tímido o introvertido?
Según Sylvie Pérez, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya, la principal diferencia entre timidez e introversión radica en el malestar. «Un niño introvertido está cómodo siendo más reservado y centrado en su vida interior. No busca activamente la soledad, pero tampoco le incomoda, mientras que el tímido desea participar más socialmente pero experimenta vergüenza o ansiedad», explica.
Un estudio en la revista Child Development reveló que aproximadamente el 10 % de los niños sufre de timidez en situaciones como hablar en público. En cambio, se estima que casi la mitad de la población es introvertida, aunque la falta de estudios concluyentes hace difícil determinar los porcentajes exactos de timidez e introversión.
Las diferencias culturales también influyen. En el sur de Europa, donde la vida social es más extrovertida, la timidez puede percibirse como una debilidad, mientras que en los países del norte, donde las interacciones son más moderadas, el carácter reservado es mejor aceptado.
Cómo ayudar desde la escuela
Para apoyar adecuadamente a los niños, es clave entender si un niño es tímido o simplemente introvertido. Como señala Jordi Perales, también profesor de la UOC, la timidez no siempre limita las relaciones: «Un niño tímido puede relacionarse con otros niños según sus intereses, desarrollando habilidades sociales de forma más pausada». En cambio, la introversión bien entendida permite al niño observar, analizar y ser selectivo en sus relaciones.
Aceptar y respetar la forma de ser de cada niño es esencial para crear un entorno seguro. En palabras de Pérez, «cuando un niño no siente malestar en su forma de ser, debemos respetarlo y ayudarle a integrarse de una forma que le dé tranquilidad». Así, el entorno escolar puede evitar que estos niños se sientan incomprendidos y apoyarlos a explotar sus habilidades únicas, como la capacidad de análisis, la prudencia o la escucha atenta.
Al respetar la diversidad de personalidades, la escuela se convierte en un espacio inclusivo donde los alumnos tímidos e introvertidos pueden encontrar su lugar sin presiones innecesarias, contribuyendo al bienestar general de toda la comunidad educativa.