Las Tertulias Literarias en Tierras de Isabel la Católica organizan de nuevo un itinerario poético con estas dos figuras religiosas como protagonistas
Paula de la Fuente-. Al filo de la medianoche, en la Plaza de San Juan de la Cruz junto a la estatua de Fray Juan de Yepes y Santa Teresa de Jesús, volverá este miércoles, 14 de agosto, a convertirse en una velada mágica. Un año más, y ya van 27, las Tertulias Literarias en Tierras de Isabel la Católica se dan cita en el Itinerario Poético «A Zaga de su Huella». Un recorrido cultural en el que preponderan las composiciones artísticas de estas dos figuras religiosas que atravesaron hace siglos la Villa de las Ferias dejando un poso imborrable.
Bajo la coordinación de los rapsodas Alfonso Hernández Martín y Mariano García Pásaro, los poetas recitarán, en la madrugada del miércoles al jueves, los mejores versos de estas personalidades. Cánticos y espiritualidad que dibujarán una atmósfera litúrgica solo vista en este tipo de citas, que tendrá como paradas espacios tan particulares como el Convento de la Magdalena -Madres Agustinas-, el Monasterio de San José -Madres Carmelitas- y la Capilla de San Juan de la Cruz -ubicada en la ronda de Santa Ana-. En relación a este último enclave, merece la pena mencionar que fue el primer lugar donde San Juan de la Cruz cantó Misa.
Alfonso Hernández, uno de los coordinadores de esta convocatoria, asevera sobre estos conventos: «San Juan y Santa Teresa dejaron su huella en Medina del Campo y no somos lo suficientemente capaces de valorarlo. Ese patrimonio, esa historia y poderío que tienen los versos y que, en una noche, intentaremos reflejar», asevera. Un camino cultural que se remonta a un encuentro mantenido en 1567: «Ese interior que tenían San Juan y Santa Teresa, esos valores, todo eso es lo que no hemos sabido transmitir y eso está en nuestra tierra y muy cerca de nosotros», explica Hernández, que además corrobora que eso es lo que se demostrará en la velada del 14 de agosto.
«El Pastorcico», «La cueva del silencio», «Madrigal de amor divino», «En una noche oscura», «Carta del alma» o «Plegaria», son algunos de los versos que pronunciarán cerca de una decena de poetas. Además, como novedad este año, David Galicia entonará el Ave María en las Madres Agustinas; el Ave María de Fátima en las Madres Carmelitas y el Cántico Espiritual en la capilla. «Vamos a meter poesía, intimismo, sentimiento y emoción, junto a la voz de Galicia que no deja de ser un placer y que además estará acompañado de dos amigos cubanos», adelanta Alfonso Hernández.
El legado de Santa Teresa como testigo de los encierros de Medina del Campo
A lo largo de las próximas semanas, Medina del Campo celebrará la festividad de Santa Teresa. Voto de la Villa desde 1616. Y es que la localidad guarda un vínculo ciertamente anecdótico con la religiosa y de sobra conocido, que prueba la antigüedad de unos tradicionales encierros que buscan ahora la merecida distinción de «Interés Turístico Internacional».
Las calles de la Villa de las Ferias solamente contaban con la tenue luz de la luna. Eran las doce de la noche de un veraniego 14 de agosto de 1567, cuando Santa Teresa pisaba las tierras que habían visto morir a Isabel la Católica. Y es que el motivo que le trasladaba a Medina del Campo no era otro que llevar a cabo la consecución de su segunda fundación: el Convento de San José. Antes de ello, la Santa habría escogido su tierra natal, Ávila, para edificar lo que sería la primera fundación.
Y fue de tierras abulenses de donde partió, aquellos primeros días de agosto, la comitiva: “Sin más arrimo que este, salimos de Ávila dos monjas de San José y yo, y cuatro de la Encarnación (que es el monasterio de la Regla mitigada, adonde yo estaba antes que se fundase San José), con nuestro padre capellán, Julián de Ávila”, cerciora de su puño y letra Santa Teresa en el libro de “Las Fundaciones”.
Lo cierto es que ni el camino fue ligero, ni las disposiciones que se fueron ocasionando tampoco. A pesar de haber encontrado en Medina del Campo ya una morada donde edificar la orden “gracias a la predisposición de una mujer devota” las condiciones no eran las óptimas, llegando incluso a toparse con un edificio al que le faltaban varias paredes: “Todo lo iba disponiendo el Señor. Esta casa estaba tan sin paredes, que a esta causa alquilamos otra, mientras que aquella se aderezaba, que había harto que hacer” redacta en su obra ya citada.
Santa Teresa y el encierro de Medina del Campo
Pero si por algo se conoce la llegada de Santa Teresa a Medina del Campo es por un motivo taurino. Como por todos es sabido, los quehaceres populares de la época hacían que el 15 de agosto fuera uno de los ejes motores de la celebración en los pueblos, en conmemoración del acto de la ascensión del alma y cuerpo de la Virgen María. Ricardo Sendino, antiguo cronista medinense, garantiza en la obra «Historia de Medina del Campo y su tierra»: «Los toros bravos, en Medina del Campo y su tierra, constituyeron para nuestros antepasados, el espectáculo insustituible y núcleo principal de cualquier conmemoración o fiesta patronal, con mucha mayor importancia y categórica exigencia que en la actualidad».
De hecho, Sendino remata su reflexión apoyándose en documentación de 1490, que hace referencia a que los arrendadores de rentas del común (carnicerías, aceite…) «venían obligados a dar, sobre cantidades rematadas, un número determinado de toros bravos en esa fecha antes aludida, concretamente, once en total».
Entrado el siglo XVI, son los libros de acuerdos los que establecen en sus anejos la necesidad de contar con reses bravas para aquellos motivos religiosos de relevancia en la localidad: San Juan, Santiago, Nuestra Señora de Agosto y San Antolín.
Y es que en esa madrugada del 14 de agosto de 1567, varias reses bravas se toparon en el camino de la Santa abulense, que iban a ser encerradas para correrlas al día siguiente en la localidad. No en vano, y por “harta misericordia”, nadie resultó herido. Ella misma lo relata así:
“Llegamos a Medina del Campo, víspera de Nuestra Señora de Agosto, a las doce de la noche; apeámonos en el monasterio de Sta. Ana, por no hacer ruido; y a pie nos fuimos a la casa. Fue harta misericordia del Señor que aquella hora encerraban toros, para correr el otro día, no nos topar alguno. Con el embebecimiento que llevábamos, no había acuerdo de nada; más el Señor que siempre le tiene de los que desean su servicio, nos libró, que cierto que allá no se pretendía otra cosa”
Volviendo a los «Votos de Villa» correspondientes a San Juan, Santiago, Nuestra Señora de Agosto y San Antolín, merece la pena reseñar que no eran las únicas citas de índole religioso a las que iba parejo un festejo, puesto que es Sendino quien constata la existencia de otros actos taurinos de la mano de la Cofradía Penitencial de la Santa Cruz y la Archicofradía de Nuestra Señora de las Angustias en sus respectivas festividades.
Como siempre, esta es tan solo una pequeña ventana a la que asomarte para conocer la vasta historia de los encierros tradicionales. Unas citas que nacieron de la necesidad de trasladar desde las dehesas a los antiguos cosas a las reses bravas. Unas citas que, al principio fueron religiosas y estuvieron protagonizadas por hidalgos a caballo y que, con el largo pasar de los años, se han convertido en las fiestas por y para el pueblo, con la participación de jinetes y aficionados a pie. Como es el caso de los reconocidos encierros de Medina del Campo.