Con el propósito de rememorar «unas fechas históricas que a todos nos unen», el alcalde de Medina del Campo, Guzmán Gómez, inauguraba así el mercado renacentista que copará la Plaza Mayor de la Hispanidad y aledañas durante esta Feria de Imperiales y Comuneros. A lo largo del vigente fin de semana, los medinenses podrán disfrutar de diferentes espacios artesanales, gastronómicos y lúdicos que rememoran el siglo XVI en la localidad.
Fue justo este miércoles cuando, tras las primeras palabras del alcalde en el escenario ubicado en el atrio de la Colegiata de San Antolín, Engel de la Cruz hizo su importante papel como aposentadora de la feria de este año. En 2022 publicó su obra «Comuneros, la revolución de Castilla», que recientemente ha alcanzado su segunda edición. Además de tu papel como docente, ha colaborado con diversos medios de comunicación y divulgación histórica.
«A todos los que vieren y entendieren de nos, don Felipe VI de este nombre, Rey de España; al Concejo, Justicia y regidores; caballeros, escuderos y otros oficiales y hombres buenos de la nuestra Villa de Medina del Campo», comenzaba Engel de la Cruz. Un discurso de alrededor de diez minutos de duración, en los que la aposentadora hizo una amplísima alusión a la vida de la «muy noble, muy leal, heroica y coronada villa de Medina».
En este sentido, de la Cruz quiso también hacer alusiones a la Asociación Comuneros hacia Medina del Campo, quienes tuvieron un papel crucial a la hora de abordar su nombramiento como aposentadora. «La historia que os voy a contar hoy ya la conocéis de sobra, pero aún así dejad que os la cuente. Realmente todo empezó en este mismo lugar en el que estamos ahora mismo. Un frío día de noviembre de 1504 murió una gran reina, una gran madre para Castilla; al morir esta madre, que es la reina Isabel I, el reino quedó huérfano y aturdido, convirtiéndose en pasto de los intereses de un rey consorte extranjero que no dudó en ponerse de acuerdo con su suegro una única vez y ya está, para mantener encerrada a Juana, la legítima reina y la mal llamada loca», prosiguió.
En un transcurrir temporal, y como no podría ser de otro modo, Engel de la Cruz se trasladó con un breve y ameno relato histórico a un agosto de 1520 y la horrible Quema de Medina: «Los comuneros esta vez habían triunfado y también había triunfado el hermanamiento y la urgencia de ayudar a aquellos que, pese a estar a kilómetros de distancia, no solo son compatriotas, sino tocayos de piel y de sangre. El incendio de Medina también supuso el incendio de Castilla ya que, gracias a él, gran parte de las ciudades castellanas se hicieron comuneras. Si no se hubiese producido el incendio de Medina, la historia hubiese cambiado mucho. Decían los segovianos en una carta que enviaron a Medina tras conocer lo sucedido, que si quemaron de esa villa, las casas a nosotros abrasaron las entrañas». Pero también llegó a 1521 «y en abril para más señas», donde, en Villalar ajusticiaron a los capitanes comuneros Padilla, Bravo y Maldonado.
«Estas viejas historias hechas del crepitar de las llamas, del clamor de los gritos y lamentos del olor de la pólvora y el tronar de los cañones están hechas para vivir en nuestra memoria. Si alguna vez la memoria desaparece se apagarán las llamas, se acallarán los gritos y se fundirán los cañones en un río de bronce y silencio. El recuerdo es nuestra herencia y es nuestra responsabilidad cuidarla y mantenerla», finalizó Engel de la Cruz. Tras todo ello, el regidor de la villa le dio un pequeño detalle como recuerdo y sello de este nombramiento.