EDITORIAL
Nunca vivimos un periodo de tanta incertidumbre. Lo que hoy parece seguro, mañana sólo es probable y a la semana siguiente parece imposible. Este es el momento que nos toca vivir, una fase en la que la pandemia inquieta cada pequeña decisión sobre nuestras vidas.
Falta poco más de un mes para el inicio de nuestras Fiestas de San Antolín, un periodo de gozo y júbilo para todo medinense que se precie. Nos invaden los mejores recuerdos de nuestra subida de la bandera, el disfrute con nuestras charangas, conciertos y las noches interminables que culminaban con el sonido de los cohetes anunciando la llegada de las reses. Y ante estos recuerdos que de manera caprichosa llegan a nuestras mentes, vemos cómo nuestros planes pueden irse al garete un año más en el momento en que nos enfrentemos a unos datos de incidencia desfavorables.
Esta es la incertidumbre que crece también entre nuestros gobernantes, que en la actualidad deben mirar con lupa cada restricción para incluir actividades aunando criterios de seguridad y el necesario divertimento para sus ciudadanos, que están sufriendo ya un severo agotamiento ante su falta de autonomía.
En este sentido, una de las decisiones más controvertidas en la vuelta de los festejos populares, unas actividades enraizadas en el espíritu medinense y que aún están en el aire, a la espera del próximo día 1 de agosto, momento en que la corporación agotará su último cartucho para incluir los encierros tradicionales al estilo de la Villa en nuestro programa de San Antolín. La Junta de Castilla y León ha mostrado recientemente su negativa para la realización de este tipo de actividades y todo parece indicar que tendremos que esperar al 1 de septiembre de 2022 para volver a gozar de esa emoción incontenible en nuestras calles, algunas de ellas esperemos que por fin arregladas.
Y es que no entenderíamos una decisión en sentido contrario, ni mucho menos inventos con medio-encierros camperos de última hora con los que sólo sería posible el disfrute de unas pocas personas en el campo. Nuestras tradiciones deben ser tratadas con el máximo cuidado y respeto. No tener en cuenta estas premisas puede conllevar su paulatina desaparición.
Este año no podrá ser posible, por lo que sólo deseamos que nuestros gobernantes puedan ver con claridad cristalina las consecuencias de las decisiones que tomen en uno u otro sentido, tanto para la salud de los ciudadanos como la salud de nuestra tradición popular.
La Voz de Medina y Comarca