Pues no me gusta, oye.
No me gusta que el gobierno indulte a unos delincuentes por el morro. Para eso ya están las cofradías de Semana Santa y ninguna llevaba a esos individuos en la lista.
No me gusta que el indulto de unos pocos sea el insulto de más de cuarenta millones de personas que compartimos este país.
Como decía alguien en las redes sociales: Mañana voy al banco a ver si me indultan la hipoteca por la concordia y la convivencia.
Pero es que esos indultos no van a traducirse en concordia sino en lo contrario. Ya lo ha dicho Rufián: “Denos tiempo”. Y habrá referéndum, independencia y lo que se les ponga en los cojones o en los ovarios, que esa es otra:”Un funcionario cambiará el género al menor que lo solicite”.
– Ya te he cambiado el DNI de hombre a mujer, luego a bisexual y ahora me dices que te gustan las ovejas rollizas y peludas. ¿Qué quieres que te ponga?
Pues tampoco me gusta. A un crío le prohíben beber alcohol en un bar pero le permiten que pase de Lolo a Lola tras un botellón. ¿Estamos tontos, tontas o tontes? O quizás las tres cosas.
Tampoco me gusta que expulsen de un instituto a un biólogo por decir que solo hay dos sexos, el de cromosomas XX y el de XY. Lo demás son concepciones personales, respetables todas, por supuesto, que atañen a las preferencias que tenga cada cual. Sexo no es género, como dicen las feministas que no comulgan con Irene Montero.
Tampoco me gusta lo de la paguita a Toni Cantó. Ni lo de José Luis Moreno. Ni la frase del
ministro de Universidades: “Condenar a los alumnos por un suspenso es elitista”.
Cada vez me gustan menos las cosas que pasan. ¿Me estoy haciendo cascarrabias o es que ya soy muy mayor?
Rodrigo Velázaquez