Editorial

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Villalar
Castilla y León celebró el jueves la Fiesta de la Comunidad, con una serie de actos que concentraron a miles de personas en la localidad de Villalar de los Comuneros. Un municipio que año tras año, incluso antes de la llegada de la democracia y entonces en el marco de la ilegalidad, ha conseguido mantener las esencias del espíritu de aquella sublevación de 1.521, en la que teóricamente se defendían los derechos de los castellanos.
No obstante, si se analiza el decurso de la historia, la sublevación de las Comunidades, a la que los imperiales pusieron fin en la Batalla de Villalar, las cosas no son como parecen. Y es que Juan Bravo, Juan de Padilla y Francisco Maldonado, los cabecillas visibles de aquella sublevación, elevados a la categoría de héroes con su “ajusticiamiento”, eran en el fondo los representantes de la nobleza castellana y de sus derechos de casta.
La sublevación no fue más que una lucha de poder entre la nobleza castellana, a cuyo lado se puso el pueblo, y esa otra nobleza que llegó a la Castilla de Juana I de la mano de su hijo, Carlos I, para posesionarse del reino y hacer valer en el mismo unos derechos extranjeros y centralistas, que nada tenían que ver con la tradición.
Carlos I, ausente de España para posesionarse como Emperador del Sacro Imperio Romano-germánico, tuvo la imprudencia de nombrar regente para la ocasión a Adriano de Utrech, futuro Papa, lo que provocó la rápida reacción de los castellanos. Y es que aquella corte de trajes de colores que había llegado con Carlos I nada tenía que ver con la austeridad de paño negro de los trajes de un mundo castellano que moría lentamente, viendo cómo se desplazaba a la Reina propietaria de Castilla y última de los Trastámara, para situar a su hijo en el trono que había heredado de sus padres.
Privilegios extranjeros, costumbres diferentes y centralismo, representados por la nueva corte, en oposición a las castas castellanas y a sus derechos, amén de una nobleza levantisca que los Reyes Católicos aún no habían domeñado del todo, hicieron el resto: fue la Guerra de las Comunidades, con todos los elementos aleatorios que de su mano llegaron y a tenor de los cuales Castilla nunca volvió a levantarse.
La historia es ésa; pero a partir de ahí quedó siempre en el rescoldo castellano de su leyenda aquella sublevación que, con el paso de los siglos, se convirtió en el catalizador de una serie de reivindicaciones a las que, de forma timorata, la Constitución de 1.978 y el Estatuto de Castilla y León pusieron fin. Sin embargo, el rescoldo continuó vivo en Villalar, al menos una vez al año, el Día de la Comunidad, sin que haya renacido en Castilla y León, en todo su esplendor, el sentimiento patrio que está siempre presente en las Comunidades Autónomas denominadas históricas. Y es que, para muchos, España sigue siendo Castilla y una serie de regiones conquistadas. Quizás por ello los castellanoleoneses no han sido capaces de crear partidos políticos nacionalistas que reivindiquen los derechos de la Comunidad.
La Voz de Medina y Comarca