Editorial

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Y llegó la gran reforma
Todo el mundo ha pensado que el Partido Popular, que llevaba como punto estrella del programa electoral, con el que fue elegido Mariano Rajoy Brey presidente del Gobierno de España, la reforma de la Administración, iba a cumplir, al menos en este apartado, con lo que prometió. Y dicho y hecho, la reforma ya está anunciada y, aunque vacua de contenidos, se presenta, como es habitual en el partido en el Gobierno con una batería de proposiciones en número de cien, ciento veinte o doscientas, es igual, que no llevan a ninguna parte.
Al parecer todo se debe a que las luminarias de la Fundación para el análisis y los estudios sociales (FAES), que preside José María Aznar, alma mater de todo este tipo de propuestas, han restringido las medidas a una serie de recomendaciones que confunden dos conceptos bien distintos: la burocracia y la Administración.
Y una cosa es llegar a la conclusión de que debe usarse el correo electrónico en lo que afecta a notificaciones porque además de ahorrar papel viene a suponer un par de céntimos para las Administraciones, en detrimento de los dos y pico euros que cuestan el sello, el sobre y el papel con membrete de las cartas tradicionales, amén de la tinta; y otra bien distinta reformar la Administración de verdad, eliminando no duplicidades sino los organismos que las generan, suprimiendo Administraciones periféricas que a nadie sirven y de todos gastan.
Pero a lo que sí parece haber dado importancia la inminente reforma es a la centralización de las contrataciones, algo que parece preocupar en exceso y con demasiado celo al partido que sustenta al Gobierno; además de sacar a la venta quince mil inmuebles, en unos momentos de crisis en los que, en puridad, deberán ser licitados con precios bajos, a mayor gloria de Dios sabe quién y de qué.
Luego vendrán los llantos y el crujir de dientes, cuando alguna Administración se vea obligada, y no sería el primer caso, a alquilar el mismo inmueble a su nuevo propietario para prestar los servicios que ya hacía desde allí cuando era el dueño.
Para remate se anuncian supresiones voluntarias de fundaciones, cuando desde algunas administraciones regionales se están creando otras nuevas para gestionar la obra social de aquellos entes que un día se llamaron cajas de ahorro, cuando ahora, por obra y gracia de algunos de los conferenciantes habituales de la FAES, se han convertido en bancos intervenidos.
La Voz de Medina y Comarca