Editorial

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“¡Papá, ven en tren!”
“¡Papá, ven en tren!” fue una máxima que, durante años, se insertó como anuncio en la Televisión, con mayúsculas porque sólo existía la cadena pública, y en las emisoras de radio. Las razones de tal anuncio no eran otras que dar a conocer la seguridad que dicho medio de transporte ofrecía frente a las deficientes carreteras de aquella época y también frente al obsoleto parque de automóviles de entonces, que para nada garantizaban la vida de los viajeros.
Pero los tiempos han cambiado, los AVE han llegado, con o sin viajeros que los ocupen; el parque de automóviles se ha modernizado con dinero público; las carreteras son, en principio y veremos hasta cuándo, más seguras; y hasta los aeropuertos, con aviones o sin aviones, rentables o no rentables, han hecho su aparición como setas en pinar recién mojado.
Pero hay un medio de transporte que  la clase política gobernante en la actualidad parece olvidar: el ferrocarril cotidiano, el que acerca a los ciudadanos de los pueblos a las localidades en la que se encuentran los hospitales, la Administración  y, en general, los todos los servicios que permiten solventar las necesidades cotidianas.
Sí es cierto que la proliferación actual de automóviles palía en cierta medida la ausencia de trenes; pero a partir de ahora y con la supresión de un buen número de éstos, las circunstancias se agravarán aún más para los Mayores, vivan o no solos, porque deberán siempre solicitar el servicio de transporte a familiares o amigos para poder desplazarse, en detrimento de su autonomía. Y esto es,  se reconozca o no, una máquina de creación de personas dependientes.
Pero esto no sólo afecta a los Mayores, sino también los jóvenes, a los que es frecuente ver cómo viajan en tren, tanto para poder cursar sus estudios como para, sencillamente, “ir de fiesta”, ahorrándose así el peligro de la carretera cuando se ha ingerido alcohol o simplemente porque sus posibilidades económicas no les permiten tener un automóvil. Todo esto, unido a la supresión de puestos de trabajo que acarreará la supresión de trenes y al aislamiento que del mismo se derivará para muchas poblaciones, convertirán a las mismas en islotes incomunicados que, a la postre, terminarán por desaparecer.
No hay duda de que la anunciada Reordenación del Territorio está en el germen los recortes de trenes; aunque, eso sí, realizada de forma subrepticia, sin ir de frente al problema de fondo y provocando, como ya es costumbre, el mayor sufrimiento posible de los ciudadanos. Esto es el neoliberalismo feroz que impone Europa
La Voz de Medina y Comarca