La Navidad, a las puertas
Un año más se aproxima esa fecha en la que el mundo católico festeja la Navidad. Un hito, al margen de la conmemoración en sí misma, que provocó que el devenir del ser humano experimentase un cambio fundamental al comenzar un ciclo de cuya mano, treinta y tres años más tarde, llegaría la redención.
La Navidad es por tanto, para el creyente, y también para el que no lo es, un motivo de alegría y júbilo con motivo del cual se formulan siempre los mejores deseos para todos. Y este año, a consecuencia de la crisis económica, el hecho de exteriorizar los mejores votos para todos no puede ser una cuestión baladí sino la expresión ferviente de un anhelo encaminado a que, cuanto antes, se despeje la situación penosa en la que millones de españoles están inmersos.
Sin duda alguna, por ello, estos días, cuando suene la expresión “¡Feliz Navidad!, quizás con el aditamento de “¡Próspero año nuevo!”, la misma tendrá un contenido semántico mucho más sincero que en otras ocasiones.
A tenor de todo ello, estas Navidades, en las que nadie debería carecer de nada, y en tal adverbio ha de incluirse, además de la salud, cualquier tipo de carencia, no estaría de más adoptar como bandera, por si las cosas no mejoran, la solidaridad. Y es que durante años se ha hablado de ella, reivindicando para paliar las necesidades ajenas una parte del Producto Interior Bruto, el famoso “cero siete por ciento”, además de la caridad personal de cada uno. Pero las circunstancias han cambiado y lo que hace unos años se veía como un problema lejano, para cuya solución había que “arrimar el hombro”, ahora se percibe como un drama cercano que afecta, en el mejor de los casos – expresión que se las trae -, a millones de compatriotas y, en el peor, a personas conocidas o cercanas.
Esa es la realidad de un país, España, que desea que la pesadilla en la que está inmersa termine cuanto antes y que la ansiada, que siempre es más que deseada, recuperación económica y, de su mano, el trabajo lleguen pronto y para todos.
Pero mientas tanto, ente las dificultades de todos y las penurias de millones de españoles y miles de medinenses y comarcanos, hagamos nuestros votos más sinceros para que, al menos durante estos días, el espíritu cristiano de compartir aquello que se tiene con quien nada o casi nada posee, sea una realidad, momentáneamente de la mano de la solidaridad y a la espera de que, en un futuro no muy lejano, ésta sea sustituida por la justicia, que siempre ha sido, es y será la esencia del cristianismo, tal y como predicó en su madurez ese Niño que nació en Belén y cuya Natividad vamos a festejar.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA