Solana.- La “Bajada” de la Virgen de los Pegotes, que tuvo lugar ayer, concentró a centenares de personas atraídas por esta tradición secular que tendrá como continuación de la misma la multitudinaria “Subida” o retorno de la imagen, en la tarde del próximo sábado, a la ermita de la que es titular la Patrona de Nava del Rey, “La Concepción”.
Hogueras, antorchas o pegotes, vítores coreados con devoción, una carroza acristalada, en la que tres personas acompañan a imagen de la Patrona y la degustación de castañas son la imagen externa de esta doble procesión de “Bajada” y “Subida”, que entraña en sí misma, además de un profundo fervor religioso y popular por Nuestra Señora de la Concepción, todo un ritual que ha permanecido inalterable desde sus orígenes en 1745, año en el que los navarreses acordaron acogerse a su patronazgo, para lo cual decidieron “bajar”, dos días antes de su onomástica, la imagen de la Patrona desde su ermita en el “Pico Zarcero” a la iglesia de los Santos Juanes para la rendición de honores.
La adversidad climatológica de aquel 6 de diciembre de 1745 provocó que el Ayuntamiento de la época iluminase con hogueras el trayecto a recorrer por la imagen mientras los fieles flanquearon el carromato que portaba la misma con antorchas o “pegotes”, siendo el resultado de tal belleza que el mismo se ha conservado hasta la actualidad.
En aquel entonces, como fruto de la espontaneidad de los navarreses, algunos de ellos, a la altura de las hogueras, en las que asaron castañas para calentar sus manos y sus cuerpos, comenzaron a recitar las letanías de la Virgen, que fueron rápidamente coreadas por los demás. Habían nacido “Los Pegotes” y los vítores. Y entre estos últimos, uno que no deja de llamar la atención: “¡Viva la Pura y Sin Mancha!”, que es tanto como decir la “Inmaculada Concepción”, adelantándose así a la propia Iglesia Católica que, bajo el Papado de Pío Nono, el 8 de diciembre de 1854, mediante su Bula “Innefabilis Deus”, declaró Dogma de Fe ese atributo con el que los navarreses vitoreaban desde hacía más de cien años a su Patrona.
Desde 1745 hasta 1895, año en el que la familia Pino costeó la actual carroza acristalada, en cuyo interior acompañan a la Virgen un representante del Poder Civil, otro del Eclesiástico y un miembro de dicha familia, los agricultores de Nava tuvieron a timbre de honor ceder sus carros para el transporte de la imagen. Y junto a ellos, al lado de los poderosos, algunos modestos trabajadores del campo y labrantinos consiguieron también su satisfacción personal cuando se convirtieron en los “Muleros de la Virgen”, esos hombres que conducían, y aún conducen, la recua mular que tira de la carroza, protegiendo sus cabellos de las pavesas de las teas y hogueras con grandes pañuelos y recibiendo como recompensa y jornal ese vino de Nava que templa los cuerpos y esos grandes puros que, por tradición, costea a sus expensas el Ayuntamiento.
Tal fue la devoción y la pasión que los navarreses sintieron por la “doble procesión”, que eso es la “Subida” y “Bajada” de “Los Pegotes”, que algunas familias se arrogaron en el pasado la iniciativa del Ayuntamiento a la hora apilar tamuja y ramas de coníferas para las piras, llegando incluso algunas de ellas a ser bautizadas con los apellidos de sus creadores o con los motejos populares de las casas de éstos, de las que la hoguera de “las muertes” es sólo un ejemplo.
Lo demás, lo que es palpable, ahí está, a la vista de todos, como lo estuvo ayer y lo estará el día de la Inmaculada, el de “La Pura y Sin mancha”, esa Virgen venerada a la que los navarreses, cada vez que el carruaje de la imagen se detiene ante una pira, dirigen con fervor rápidas retahílas de vítores coreados por todos: ¡Viva el Tronco de la Fe!, ¡Viva la Madre de Dios!, ¡Viva la Virgen de las Castañas!, ¡Viva la Patrona de la Nava!, ¡Viva la Virgen de los Pegotes! y …. .
Y después, cuando todo concluya, a degustar las castañas y el vino de Nava, como siempre se hizo, que el “doble evento” procesional, reconocido de Interés Turístico Regional, siempre tuvo, tiene y tendrá las características de religiosidad, popularidad y gastronomía que le hacen merecedor de títulos y honores que trasciendan el mero ámbito autonómico.