Depresión
Que España, al igual que toda Europa, está sumida en una depresión económica es sabido por todos; pero de ahí a la depresión psicológica que se cierne sobre los españoles va un abismo.
La cuestión no es para menos, ya que casi nadie, salvo algunos “privilegiados”, alcanza a entender cómo se ha podido responsabilizar a los españoles de la situación en la que se encuentra España y de los tijeretazos que se están produciendo sobre el conjunto de las economías domésticas para solventar los datos macroeconómicos de la Nación.
Sí podría decirse que los españoles han vivido, durante años, relativamente bien; pero sin grandes excesos, ya que éstos, si se han producido, no han sido en modo alguno responsabilidad de los ciudadanos sino de la clase política del ayer y del hoy, ésa de la que lo único que está claro es que siembra, en el mejor de los casos, la desconfianza allí por donde pisa.
Innegable es el hecho de que un sector de la banca, básicamente el de las cajas de ahorros que durante décadas han gobernado los políticos, ha requerido de un rescate financiero, del que también parece culparse a los ciudadanos, al ser ellos los destinatarios de los recortes provocados con motivo de los créditos europeos destinados a salvar esa parte del sistema financiero de los desmanes que en el mismo provocó la clase política y los altos cargos directivos que la misma nombró, incluso con peleas internas para posicionar a determinados candidatos de aciago y triste recuerdo. Y es que provoca pavor pensar que en las manos de algunos de dichos directivos bancarios estuvieron las riendas de algún Gobierno del que ahora nadie habla.
A ciencia cierta, de todo se termina culpando a los ciudadanos, que día a día ven mermar unos derechos que creían consolidados, al haber sido adquiridos con trabajo, sudor y lágrimas durante años. Y la verdad, qué culpa tiene el ciudadano normal del comportamiento de los responsables de un sistema bancario que, un día, con el subterfugio de la generosidad a la hora de conceder créditos a determinados sectores, se auto otorgó fondos de pensiones y jubilaciones, de forma tan pródiga que, sobrepasando los límites de la legalidad e invadiendo el campo de la ilegalidad, bien merecen, al menos, el calificativo de desvergonzados.
Esta es, quiérase o no, la situación actual de los españoles, repagando sus medicamentos, viendo aminorados sus derechos, recortados sus sueldos y, sólo Dios sabe hasta cuándo, acomplejados, inseguros y hasta casi sintiéndose culpables de todo, por mor las flechas de inculpación de responsabilidad que contra ellos lanza la clase política.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA