Editorial

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¿Hasta cuándo y hasta dónde?
Es aconsejable, en tiempos de crisis, no hacer nada que pueda estorbar las estrategias de ingeniería financiera; no vaya a ser que la modesta opinión editorial de un  semanario local y comarcal vaya a alborotar a los “mercados”; aunque hay también, para grandes y pequeños, un límite en la discreción.
Que la historia de “Bankia” es de todos conocida, es evidente; y la génesis de los fundadores de tal entidad, también. Y es que “no hay más tonto que el que no quiera entender”.  Pero lo que está aconteciendo en estos días, la verdad, deja perplejo a todo el mundo.
Se puede estar o no de acuerdo con la intervención de “Bankia” por parte del Estado para salvar la entidad, recurriendo para ello a los mecanismos con que cuenta éste. Pero aprobar una reforma bancaria, que obliga a las entidades de crédito a defenestrar sus activos tóxicos para sanearse y conseguir que el crédito fluya es una cosa y destinar los recursos inyectados para tal “reflote”, a un tipo de interés para ser prestados al día siguiente a los Ayuntamientos a un interés menor, es bien diferente. Es en definitiva la “pescadilla que se muerde la cola”.
Y es que, aunque parezca de un surrealismo onírico, “Bankia” suscribió el miércoles el crédito sindicado de treinta mil millones de euros, conjuntamente con otras 25 entidades financieras, aportando la entidad financiera intervenida 3.067 millones de euros para sanear las deudas a proveedores de los Ayuntamientos y Comunidades Autónomas.
La operación parece sencilla, el Estado presta a un banco, para su salvación, una cantidad a un tanto por ciento y la entidad financiera la reintegra al propio Estado, en concepto de préstamo, de forma más económica. Y así, lo que es la deuda privada de las entidades financieras se convierte en deuda estatal, a sufragar por todos los ciudadanos.
Por estos motivos, con la crisis griega o sin ella, la prima de riesgo de la Deuda Soberana de España aumenta día a día.
Y si España lo hace, por qué no otros. Por ello, no estaría de más dilucidar si detrás de los llamados “mercados” se encuentran determinados países – Alemania sería un ejemplo – para llevar a la bancarrota, no a “Bankia” sino a las grandes entidades de crédito de España, con presencia física de oficinas en todo el mundo, para adquirir finalmente dichos bancos a precio de saldo y eliminar del mercado al sistema financiero español, que tanto pecho ha sacado  durante los últimos años. Ya es hora de que alguien explique la verdad del cuento y, entre todos y de común acuerdo, salvar la grave situación por la que atraviesa España.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA