Editorial

0

Viva el Toro de la Vega
Las tradiciones son, nadie lo dude, uno de los elementos que más caracterizan a los pueblos. Tal es así que un pueblo sin tradiciones sería algo amorfo, aburrido y, por carecer, carecería hasta de historia.
No es éste el caso de Tordesillas, que ha sabido, a lo largo de los siglos, mantener vivos sus usos, costumbres y tradiciones, muchas veces envueltas de una leyenda que hace que sean únicas en el mundo.
Uno de los casos más significativos y, en los últimos tiempos, más denostado por colectivos intransigentes, es el secular Torneo del Toro de la Vega al que, por otra parte, concurren todos los años entre cuarenta y cincuenta mil personas. Algo tendrá el agua de positivo cuando la bendicen.
El Toro de la Vega, definido en su día por el historiador Jesús López Garañeda como “lo más genuino de un pueblo” es quizás, para quienes no conocen el secular Torneo, difícil de comprender; y para los intransigentes, inalcanzable en su comprensión.
El Torneo es tan sencillo como la lucha, a vida o muerte, entre el Toro y el hombre, entre el astado y el lancero de a pie o a caballo, que encuentra como contrapartida, para el vencedor del mismo la vida, en el caso del Toro, o una serie de valores inmateriales de valentía, gallardía y honor, en el caso de que el vencedor del Torneo sea el ser humano.
En unos tiempos en los que todo se ha prostituido y muy especialmente las primigenias suertes del toreo, como los cortes de los novillos que aunque tuvieron en su día, y aún tienen para algunos, la mera satisfacción de realizarse en su estado de pureza, en la mayoría de los casos se ha profesionalizado de tal manera que los cortadores se reparten los premios, hacen su faena como un lidiador más y se van a casa con el bolsillo lleno.
Sin embargo, gracias a Dios, aún no se han encontrado, ni creemos que existan nunca, profesionales capaces de ponerse delante del Toro de la Vega con una lanza para darle muerte, simple y llanamente, porque no hay una compensación económica por ello. De ahí que el Torneo Toroveguista se mantenga en su estado primitivo de pureza, ya que quien en él participa sólo puede encontrar la compensación de haber sido un vencedor, pero no otra.
Este concepto es quizás el que no entienden los detractores del Toro de la Vega, aunque sí han sabido ser sabios para asirse a su nombre, protestar contra él y contra los valientes que participan en el Torneo, para hacerse una publicidad gratuita que, de no existir el sacrosanto Toro tordesillano, no serían nadie y estarían abocados, por su actitud, al fracaso y al olvido por injustificados.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA