Redacción.- El zig-zag que describía un Peugeot rojo por la calle Valladolid, yendo de un extremo a otro de la calzada, alrededor de las 3.30 de la madrugada del jueves, hizo pensar al coche celular de la Policía Nacional que pasaba por dicho lugar que, al menos, el conductor del citado vehículo no se encontraba en condiciones, por lo que, para hacerle parar y prevenirle de la que se avecinaba, puso en marcha las señales luminosas y acústicas de que disponen los vehículos policiales.
Tras parar el coche y ser invitados sus tres ocupantes a descender del mismo, los dos policías nacionales solicitaron a los tres ciudadanos que habían salido del vehículo, a identificarse.
Al parecer, por el estado en que se encontraban, no localizaron a primera vista el bolso en que tenían sus respectivas documentaciones, comenzando a partir de ahí uno de ellos a buscar las mismas en los bolsos de sus compañeros y no de modo suave, sino apoyado con la contundencia de puñetazos previos.
Tal es así que los policías tuvieron que separar a los participantes en la tangana, momento en el que el que había propinado los puñetazos a sus compañeros se desplazó a la parte trasera del vehículo, extrayendo del maletero del mismo algo tan contundente con un martillo, con el que volvió a las andadas agresivas, aunque en esta ocasión contra los dos agentes, sin conseguir alcanzarles.
Fallido el intento de agredir a los agentes, el ciudadano rumano, cuya identificación se desconoce, hizo una nueva intentona aunque, en esta ocasión, contra sus compañeros de viaje, siendo de nuevo los agentes nacionales los que tuvieron que imponer el orden para evitar desgracias mayores. En este momento, M.G.S., de 40 años de edad, que anteriormente iba de acompañante, aprovechó el resquicio para sentarse al volante y darse a la fuga.
Como consecuencia del intento policial de impedir su fuga, y aprovechando un descuido, el agresor del martillo puso pies en polvorosa, resultando como único detenido, en ese momento, un varón también rumano, cuya filiación corresponde a las iniciales I.H. y con 25 años de edad.
Mas los males, o lo bienes, no terminaron ahí, ya que cuando los agentes procedían al interrogatorio del único detenido en las instalaciones de la Policía Nacional, M.G.S. se personó en la Comisaría para ponerse a disposición de la justicia, sin que se le practicase la prueba de alcoholemia, por negativa personal. Una medición que sí se realizó a I.H., dando como resultado, en una primera prueba 0,66 miligramos de alcohol por litro de sangre y, en la segunda, 0,61, de lo que se desprende que el “cebollón” iba en descenso.
A modo de discomovida y botellón
Según pudo saber este semanario, los tres implicados en el asunto llevaban tal nivel de ebriedad que sólo podía obedecer a un consumo masivo, con análisis o sin análisis, de un buen número de litros de cualquier bebida alcohólica.
Pero las libaciones no parecieron ser de lo más selecto, ya que la ingesta masiva de alcohol, al parecer se había producido sin ninguna mezcla propia del botellón, sino de forma directa de un elevado número de bricks que los tres ciudadanos guardaban vacíos en el maletero del coche, todos ellos pertenecientes a una marca concreta de vino popular y económico: Don Simón.
Así las cosas, entre el empinar del codo previo a la aparición de las sirenas y las luces del coche policial, de no haber sido por los zigzagueos del coche que provocaron un jarro de agua sobre la fiesta, todo podría haber apuntado a que se trataba de un grupo de “bacalas” en plena fiesta, con discomovida y luces incluidas.
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