Editorial

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Procesiones de disciplina

Innumerables han sido ya los actos preparatorios de la Semana Santa medinense del presente año; pero el primero de los grandes momentos previstos llega esta tarde con motivo de la celebración de la Magna Procesión Extraordinaria, que conmemora la llegada de San Vicente Ferrer a Medina del Campo y la implantación en la villa de las denominadas procesiones de disciplina, que no son otra cosa que una forma singular de penitencia para expiar los pecados, a través del dolor físico, rememorando los padecimientos del Señor.
Con ello, habían nacido de forma dura, y en cierta medida hoy desterrada, las actuales procesiones de Semana Santa tal y como se conocen en nuestros días.
Naturalmente con el paso de los años, la dulcificación de las costumbres, el propio edulcoramiento de las tradiciones eclesiásticas y hasta la legislación sobre la autolesión, las procesiones que un día instaurara San Vicente Ferrer se han “desemantizado” en algunos aspectos, ya que una cosa es ir descalzo o arrastrar una cruz para hacer penitencia, y otra bien distinta arrearse públicamente con un zurriago o inferirse heridas en las carnes por efecto del cilicio.
Pero lo más importante es que la esencia de la disciplina se ha mantenido desde aquel entonces hasta nuestros días, llegando a tener su máxima expresión en los desfiles procesionales de numerosas localidades, de las que Medina del Campo es ejemplo señero, como no podía ser de otra manera al contar en su haber con las primeras procesiones de disciplina que implantó el Santo levantino.
A buen seguro que en aquellos años, la disciplina llevaba también implícito el más riguroso silencio de los penitentes, algo que con los años se perdió y que felizmente fue recuperado en los años 50 a través de los denominados Rosarios de Penitencia, e incluso, en las Promesas de Silencio que guardan algunas refundadas cofradías.
Lo más trascendente es conservar la quintaesencia de aquél espíritu, haciendo que la Semana Santa, al menos en el interior de los penitentes, mantenga su más absoluta desnudez, que una Pasión y de Cristo, además, no puede ser otra cosa. Ni qué decir tiene que en aquel entonces no habría música, no habría iluminaciones eléctricas, y la totalidad de los pasos procesionales saldrían a hombros, algo que debe ya abrir el debate entre todos, cofrades y no cofrades, si aspiramos a que las procesiones de Medina del Campo, con el pretexto de ser las primeras de disciplina, aspiren a obtener la Declaración de Interés Turístico Internacional, como paso previo a la obtención de la Declaración de Bien Inmaterial de la Humanidad.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA