Editorial

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La Asunción de María
La Virgen de la Asunción, en tiempos pretéritos y, desde 1950, la Asunción de la Virgen como dogma de fe dictado por Pío XII, es sin duda la onomástica que más fiestas proporciona en todo el territorio nacional, conjuntamente con San Roque. Tal es así que algunos municipios celebran sus festividades tanto en honor de la primera como del segundo.
Por tanto, cuando llega el 15 de agosto, casi la mitad de los municipios de la provincia, al igual que acontece con el resto de los de España, se produce el abrazo fraternal entre los vecinos de todos los municipios que tienen a dicha advocación mariana por Patrona. Son las fiestas y en ellas se olvidan rencillas personales, enfrentamientos cotidianos y hasta adversidades políticas para, de la mano del alcalde de turno, iniciar las que son siempre las fiestas de todos y de cuya mano llega también, en mucho casos, el don bendito de los encierros taurinos. Y es que no se puede concebir, al menos en los municipios castellanos de cierto calado, unas celebraciones en las que los toros no sean los principales protagonistas. En nuestra zona, Rueda, Pollos o Villalar de los Comuneros, son tres ejemplos de estos eventos. Pero tras San Roque, y con él mismo, se inicia la llegada de los Santos Varones ya que a partir de ahí, serán San Agustín, San Juan Degollado, San Ginés o el propio San Antolín, los que tomen el relevo mariano a la hora de las celebraciones. Eso sí, hay algunos municipios que, caso de La Seca, ya pasadas, o Serrada y Nava del Rey, por venir, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, y al grito de “Vivan los Novillos” también se sumergen en fiestas taurinas, como no podía ser de otra manera. Después vendrán de nuevo las advocaciones marianas, la Casita, la Guía o la Peña, como ejes de las fiestas.
Pero, insistimos, en todos estos eventos a medio camino entre lo religioso y lo popular, con novillos y a veces sin ellos, existe el factor común de las ganas de fiesta, con más o menos alcohol y con más o menos peligro, pero siempre arropadas por un sentir unánime de recompensa para el trabajo realizado a lo largo de todo un año.
Eso sí, los peligros inherentes a las fiestas siempre están ahí, tanto de la mano del asta del toro como de la propia carretera, por lo que no está de más que en estos días se extremen todas las precauciones, nunca bastantes, para evitar que lo que puede ser un día de fiesta, corriendo de un municipio a otro, se convierta en una jornada trágica que nadie desea.
Por lo tanto no está de más que en estos días, y especialmente los más jóvenes, intentan divertirse con moderación en todos los sentidos.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA