Editorial

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Huelga de funcionarios

Medina del Campo experimentó, al igual que numerosos municipios de España, la huelga de empleados públicos que tuvo lugar el martes, como reacción de protesta a los recortes que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ha introducido en los salarios de dicho colectivo.
En esta ocasión, los sindicatos no han entrado con las instituciones oficiales en las denominadas guerras de cifra, presumiblemente porque se habría demostrado que el alcance de la huelga y el número de participantes en la misma no son tantos como se ha intentado hacer creer. Y es que la ciudadanía, sea perteneciente al colectivo de funcionarios o no, es más sensata que los sindicatos que les representan y ya es consciente de que estamos viviendo una época de vacas flacas, en la que es necesario apretarse el cinturón.
Habilidad ha tenido también el Gobierno al introducir recortes en las transferencias que realiza a las administraciones periféricas, ya que serán éstas, entiéndase básicamente las autonómicas, las que se vean obligadas a poner el cascabel a un gato que nadie quiere. Y en ello les va el juego de contar o no con recursos propios para poder gestionar muchos de los proyectos que, durante años, han llenado la boca de los políticos sin que se haya visto el resultado.
Ayuntamientos ha habido donde un sólo funcionario, el que menos tenía que perder por ser su sueldo el más alto, se ha sumado a la huelga, sin que se haya notado su ausencia.
En otras instituciones, tampoco se ha notado el paro en exceso bien porque los servicios mínimos nombrados eran tan amplios como para que la huelga pasase desapercibida; o porque los sindicatos denominados amarillos no han dudado en aconsejar a sus afiliados que concurrieran al trabajo, protestando incluso por los escasos trabajadores a los que se habían adjudicado servicios mínimos.
Y lo que es lo más doliente de todo es que algunos trabajadores municipales, de los que un día entraron por la puerta de atrás y afectados a servicios que posiblemente no sean sostenibles en el futuro, son los que más masivamente han acudido a la huelga.
De todo ello es fácil deducir que, si el comportamiento de la ciudadanía es similar, en el caso de que llegue una huelga general por razones diversas, el ensayo que se vivió el martes puede ser un síntoma del resultado final del llamamiento de los sindicatos a todos los españoles. Por supuesto que los recortes afectarán también a las subvenciones de las que se nutren las asociaciones sindicales, que en el momento en que dejaron de financiarse sólo con las cuotas de sus afiliados, quedaron desprestigiadas de por vida.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA