Cuando llega la Pasión
Los medinenses que tengan ya una cierta edad recordarán aquellos años en los que la Semana Santa era la esencia de la austeridad cuando llegaban las celebraciones propias de la Pasión de Cristo.
Ni un cine abierto, ni un espectáculo al que asistir, obligaban, en cierta medida, a todos, a acudir a los sermones y a las procesiones de aquellos años. Como únicas alternativas lúdicas se encontraban entonces el juego de las chapas, a pesar de su ilegalidad, y el hecho de poder regalarse el paladar con unas torrijas y una buena limonada, de esas que a base de vino, limón y canela reconfortaban los ánimos de los medinenses, como al resto de los españoles, en unas Semanas Santas, que siempre eran frías.
Con el paso de los años, el recogimiento obligado por el rigor del antiguo régimen dictatorial del Nacional Catolicismo se ha convertido en una diáspora en toda regla, con cuya llegada los medinenses, al igual que el resto de los ciudadanos, aprovechan estos días para tomarse unas pequeñas vacaciones y descansar en una playa o en cualquier otro paraje distinto del habitual de residencia, ya que esta es la moda con o sin crisis.
Sin embargo, hay un colectivo compuesto mayoritariamente por las personas que conforman los cofradías o hermandades semanasanteras que en estos días hacen aflorar a la luz el trabajo que han realizado a lo largo de todo un año, a base de interminables ensayos, para que la Semana Santa y, especialmente, sus procesiones resulten lo más brillantes posible.
Por respeto a estos últimos y a su labor, al margen de las creencias de cada uno, los medinenses tenemos una cita obligada con las procesiones de la villa, ya que las mismas, cuando no cuentan con un contingente humano suficiente que las flanquee, no son iguales ni lucen con el brillo que deben hacerlo.
Además, en estos primeros años en los que la Semana Santa de Medina cuenta con la Declaración de Interés Turístico Nacional, los medinenses deben salir y volcarse a calles y plazas para apoyar dicha catalogación y demostrar que, de una vez por todas, estamos unidos en un proyecto común, que habrá de redundar en beneficio de la colectividad y de forma especial en la captación de ese turismo de interior dispuesto a desplazarse para conocer la gran imaginería castellana y de forma especial la surgida de gubias renacentistas, que es lo que caracteriza a los pasos procesionales de la villa.
Esta invitación no es cuestión baladí, ya que al igual que los medinenses se volcaron para conseguir la Declaración de Interés Turístico Nacional llega ahora el momento de publicitar, con apoyo masivo y de boca en boca, la conmemoración de las procesiones de disciplina que llegaron de la mano de San Vicente Ferrer en 1411, para cuyo sexto centenario estamos sólo a 365 días.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA.