Usque tandem
“Usque tandem Catilina, patientia nostra abutere”. ¿Hasta cuando Catilina, vas a colmar nuestra paciencia?. Con esta frase, Cicerón puso de manifiesto el malestar generalizado del pueblo romano contra Catilina, uno de los políticos más oscuros que ha conocido la historia.
Salvadas las diferencias, en cuanto a categoría del personaje y al tamaño de las poblaciones, la frase podría ser aplicable a la Medina del año 2010 y a quien gobierna la misma, actualmente desde el primer plano, a título de alcalde, y en otras épocas semioculto en tenencias de alcaldía.
Y es que los medinenses comienzan ya a estar hartos de ver cómo el nombre de la villa que les vio nacer se arrastra cada día más por los juzgados a consecuencia de las querellas criminales que, desde diversas instancias y por parte de ciudadanos que nada tienen que ver entre sí, se presentan contra el primer edil de Medina, el popular Crescencio Martín Pascual.
Y lo grave no termina ahí, sino que ahora, en la nueva querella que se refleja en este semanario, en la que se acusa al regidor de presuntos delitos de “falsificación en documento público” y “trafico de influencias”, arrastra consigo a dos concejales por otro presunto de “fraude”. Y todo ello, al parecer, sin habérselo comido ni bebido éstos, ya que, según la querella criminal, se les “contabilizó” como “asistentes”, en el acta de una Junta de Gobierno, al parecer por presiones del regidor, existiendo en principio indicios racionales para creer que no asistieron a la misma.
Esto no es de recibo y de haberse producido tal filibustería, habría que preguntarse qué razones motivaron a don Crescencio para obrar de tal modo y cuál fue su intencionalidad al hacerlo. ¿Intentó comprar voluntades y conseguir fidelidades por el pago de 80 euros -esa es la indemnización por acudir a tales sesiones- de dos concejales? ¿procuró diluir entre siete ediles del PP -él incluido- la responsabilidad de un acuerdo sobre un tema escabroso que podría acarrear a quienes lo votaron afirmativamente indemnizaciones millonarias? o simplemente ¿no pudo dominar su soberbia y permitió que la misma se impusiera a la razón?. Eso son cosas que nadie, salvo el propio interesado, sabrá jamás.
Pero sí hay algo que los medinenses ya saben porque lo intuyen hasta el punto de plantearse, en su fuero íntimo, si estas situaciones degenerarán con el tiempo y Medina llegará a llamarse, en las crónicas políticas o en las revistas del corazón, la “Marbella castellana”, sin Pantoja, por supuesto; “La villa de los trajes”, por los que las lenguas cortan, que no de Gürtel; o la “Palma castellana” y no precisamente por las procesiones que se avecinan.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA