EDITORIAL

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Que cada palo aguante su vela
“Que cada palo aguante su vela” es un refrán castellano que siempre hace alusión a las responsabilidades que cada uno, en función de sus actos, tiene que asumir.
La frase, de todos conocida, “viene que ni pintada” para el Partido Socialista Obrero Español, siempre y cuando, metiéndose “en camisas de once varas” se lanzó a remodelar la Plaza Mayor; y para el Partido Popular que, “sin encomendarse ni a Dios ni al diablo” -más en este caso al diablo que a Dios- se puso en manos del insigne Cristóbal Gabarrón para acometer lo que debería ser una zona verde de esparcimiento; aunque se conozca con el nombre, por no decir motejo, de parque “Villa de las Ferias” e, incluso, de Gabarrón.
La ciudadanía siempre puso en cuestión, cuando se trataba de la Plaza Mayor, además de los dos malos resultados estéticos que surgieron de sendos proyectos de ideas, el despilfarro económico que suponía adaptar el “ágora de ágoras” para cambiar, simple y llanamente, el tapiz del mismo, ya que del aparcamiento que la formación de derechas siempre auspició en la Plaza Mayor, nunca llegó a buen término.Eso sí, seguro que si dicho parking hubiera salido adelante, las portavocías de la antigua Alianza Popular y del actual Partido Popular, ostentadas a lo largo de medio siglo, de forma directa o indirecta, por Crescencio Martín Pascual, no habrían protestado, al margen del costo que hubiera supuesto tal inversión, posiblemente con malos resultados económicos de explotación.
En el caso que afecta al PP, la maldición parece venirle de los parques e, incluso, de los edificios dotacionales. No hablemos de aquella estación de autobuses que, con una inversión de más de cien millones de las antiguas pesetas, nunca llegó a abrir sus puertas, para finalizar sus días en un edificio de reunión de vecinos y en unas cocheras alquiladas a una empresa de coches de línea.
En el caso que ahora nos ocupa, el de los parques y jardines, que ambos son consustanciales, la gestión del PP ha dejado mucho que desear en cuanto a estética, y en cuanto a malgasto de los fondos públicos, con el denominado parque Gabarrón, que ya tuvo un precedente en el parque de Aguacaballos, que ha finalizado sus días como sede oficial del “botellón” medinense, de las heces y de los detritus que el mismo genera y hasta de capital de la propia sed, y no precisamente de alcohol sino de agua, ya que las fuentes en él existentes son un claro precedente de la “escombrera” y del río del parque Gabarrón en los que el líquido elemento o no fluye o, simplemente, se estanca con los consabidos malos olores.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA