EDITORIAL

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Ya llegó la Navidad
Un año más, fiel a la cita del 24 de diciembre, llega la celebración de la  Natividad de Jesús, popularmente conocida como la “Navidad”. Y en una sociedad occidental, en un país, como es España, de tradición católica, pese a no ser constitucionalmente confesional, la fiesta religiosa y el consumo de artículos están garantizados.
Y es que los días de vacaciones escolares, los “puentes” festivos y las celebraciones familiares garantizan en cierta medida el entretenimiento, la diversión, los grandes encuentros, bajo el pretexto de comidas y cenas, y hasta la charla y tertulia posteriores sin necesidad de recurrir al frío Internet y a sus chats, alrededor de un buen café, de una copa y de unos turrones.
Como consecuencia de todo ello y por imperativo evangélico, en el que la mayoría de los españoles se educaron, en estos días se practican más que nunca los principios de solidaridad, la capacidad de perdón y hasta el deseo de ser, simple y llanamente, más bueno.
Pero la realidad es muy diferente. En estos días y como consecuencia de la crisis muchos españoles no podrán reunirse alrededor de una buena mesa para compartir con familiares y amigos la popular cena ni podrán asistir a los cotillones de fin de año, de los que en otros tiempos eran habituales.
Otros, aún reuniéndose con sus familias, se verán imbuidos por la tristeza que siempre supone, conforme van pasando los años, las pérdidas de padres y hermanos, subyaciendo siempre, pese al intento de otros familiares de animar el ambiente con el canto de un villancico, dos fatales preguntas: ¿estaremos todos al año que viene? ¿quién será el próximo en dar el adiós definitivo?
Incluso, y como lado negativo de estas celebraciones, hay estadísticas sobre el incremento de llamadas al 091 durante estos días, ya que el alcohol y esa recámara que todo ser humano lleva dentro, aunque lo niegue, aflora cuando algunas familias están reunidas y median en la conversación, además de la maldita envidia, temas que debieran prohibirse en estas celebraciones: las herencias y la política.
En definitiva, la Navidad, nadie lo dude, es un fiesta magnífica cuando se cumple el condicionante de la existencia de niños en las casas, porque con ellos llega la alegría y la capacidad de unir a su alrededor, con tal de verlos felices, a toda familia que se precie. Y si para ello hay que dar realce a Papá Noel y a sus tempranos regalos, en detrimento de los Reyes Magos que llegan más tarde, hágase para que los peques disfruten, ya que ellos, con su ingenuidad, son los verdaderos guardianes del espíritu de la Navidad.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA
Ya llegó la Navidad
Un año más, fiel a la cita del 24 de diciembre, llega la celebración de la  Natividad de Jesús, popularmente conocida como la “Navidad”. Y en una sociedad occidental, en un país, como es España, de tradición católica, pese a no ser constitucionalmente confesional, la fiesta religiosa y el consumo de artículos están garantizados.
Y es que los días de vacaciones escolares, los “puentes” festivos y las celebraciones familiares garantizan en cierta medida el entretenimiento, la diversión, los grandes encuentros, bajo el pretexto de comidas y cenas, y hasta la charla y tertulia posteriores sin necesidad de recurrir al frío Internet y a sus chats, alrededor de un buen café, de una copa y de unos turrones.
Como consecuencia de todo ello y por imperativo evangélico, en el que la mayoría de los españoles se educaron, en estos días se practican más que nunca los principios de solidaridad, la capacidad de perdón y hasta el deseo de ser, simple y llanamente, más bueno.
Pero la realidad es muy diferente. En estos días y como consecuencia de la crisis muchos españoles no podrán reunirse alrededor de una buena mesa para compartir con familiares y amigos la popular cena ni podrán asistir a los cotillones de fin de año, de los que en otros tiempos eran habituales.
Otros, aún reuniéndose con sus familias, se verán imbuidos por la tristeza que siempre supone, conforme van pasando los años, las pérdidas de padres y hermanos, subyaciendo siempre, pese al intento de otros familiares de animar el ambiente con el canto de un villancico, dos fatales preguntas: ¿estaremos todos al año que viene? ¿quién será el próximo en dar el adiós definitivo?
Incluso, y como lado negativo de estas celebraciones, hay estadísticas sobre el incremento de llamadas al 091 durante estos días, ya que el alcohol y esa recámara que todo ser humano lleva dentro, aunque lo niegue, aflora cuando algunas familias están reunidas y median en la conversación, además de la maldita envidia, temas que debieran prohibirse en estas celebraciones: las herencias y la política.
En definitiva, la Navidad, nadie lo dude, es un fiesta magnífica cuando se cumple el condicionante de la existencia de niños en las casas, porque con ellos llega la alegría y la capacidad de unir a su alrededor, con tal de verlos felices, a toda familia que se precie. Y si para ello hay que dar realce a Papá Noel y a sus tempranos regalos, en detrimento de los Reyes Magos que llegan más tarde, hágase para que los peques disfruten, ya que ellos, con su ingenuidad, son los verdaderos guardianes del espíritu de la Navidad.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA