Editorial

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San Antolín, más pobre que nunca
La jornada de San Antolín, dos de septiembre, es quizás una fecha de las fiestas patronales más tristes que hayan podido vivir los medinenses.
Tras un inicio de las celebraciones en la noche del martes, que mantuvieron entretenidos e incluso asustados a algunos vecinos por las numerosas actividades y discomovidas que habían programado establecimientos particulares, llegó la onomástica del Patrón, el Día Grande de Medina del Campo, en la que la programación fue tan reducida como pueda ser el rápido discurrir de un toro del alba, unas alegres notas de una charanga o un sucinto encierro tradicional que no duró más allá de quince minutos y todo gracias a que su inicio no se realizó a la hora prevista, que de haber sido así, a las 9.15 horas, habría concluido.
Por lo demás, las actividades fueron las propias del día, una misa y procesión que naturalmente no organiza el Ayuntamiento; una corrida de rejones previo pago del billete de entrada; un ballet en el auditorio a diez euros; y los traídos y llevados Bailes de Versalles que, al igual que una discomovida paupérrima y con karaoke incluido, hizo bailar a un par de centenares de personas, añorantes de tiempos pretéritos y, en consecuencia de cierta edad.
Para los jóvenes nada hubo en la noche del Patrón, lo que obligó a los mismo a optar por las dos únicas alternativas posibles: ir a dormir o divertirse en la peña. Y es que, al margen de la crisis económica por la que pueda pasar España, la gente joven carece de los recursos necesarios para estar de copas dos noches seguidas, lo que obligó a numerosos bares en la noche del Día Grande, a no abrir sus puertas o a tener que cerrarlas a hora temprana.
Si la tónica de la programación continúa como hasta estos momentos, el Ayuntamiento tendrá que plantearse el hecho de someter a una operación de profundidad a las fiestas patronales, al objeto de conseguir una mayor participación y una más grande diversión gratuita, ya que quieráse o no, si en lugar de pasar cien personas por una calle, pasasen dos mil porque existe un acto municipal programado, el que más y el que menos termina entrando en un establecimiento, consumiendo y, en consecuencia, poniendo dinero en funcionamiento para paliar la crisis. Pero si las cosas continúan con programaciones propias de la Medina de hace veinte años o de pueblos de hace quince, el camino no es el correcto.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA
San Antolín, más pobre que nunca
La jornada de San Antolín, dos de septiembre, es quizás una fecha de las fiestas patronales más tristes que hayan podido vivir los medinenses.
Tras un inicio de las celebraciones en la noche del martes, que mantuvieron entretenidos e incluso asustados a algunos vecinos por las numerosas actividades y discomovidas que habían programado establecimientos particulares, llegó la onomástica del Patrón, el Día Grande de Medina del Campo, en la que la programación fue tan reducida como pueda ser el rápido discurrir de un toro del alba, unas alegres notas de una charanga o un sucinto encierro tradicional que no duró más allá de quince minutos y todo gracias a que su inicio no se realizó a la hora prevista, que de haber sido así, a las 9.15 horas, habría concluido.
Por lo demás, las actividades fueron las propias del día, una misa y procesión que naturalmente no organiza el Ayuntamiento; una corrida de rejones previo pago del billete de entrada; un ballet en el auditorio a diez euros; y los traídos y llevados Bailes de Versalles que, al igual que una discomovida paupérrima y con karaoke incluido, hizo bailar a un par de centenares de personas, añorantes de tiempos pretéritos y, en consecuencia de cierta edad.
Para los jóvenes nada hubo en la noche del Patrón, lo que obligó a los mismo a optar por las dos únicas alternativas posibles: ir a dormir o divertirse en la peña. Y es que, al margen de la crisis económica por la que pueda pasar España, la gente joven carece de los recursos necesarios para estar de copas dos noches seguidas, lo que obligó a numerosos bares en la noche del Día Grande, a no abrir sus puertas o a tener que cerrarlas a hora temprana.
Si la tónica de la programación continúa como hasta estos momentos, el Ayuntamiento tendrá que plantearse el hecho de someter a una operación de profundidad a las fiestas patronales, al objeto de conseguir una mayor participación y una más grande diversión gratuita, ya que quieráse o no, si en lugar de pasar cien personas por una calle, pasasen dos mil porque existe un acto municipal programado, el que más y el que menos termina entrando en un establecimiento, consumiendo y, en consecuencia, poniendo dinero en funcionamiento para paliar la crisis. Pero si las cosas continúan con programaciones propias de la Medina de hace veinte años o de pueblos de hace quince, el camino no es el correcto.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA