Editorial

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Compromiso y atenciones

Cuando llegan las fiestas de los pueblos, o cualquiera de los numerosos eventos que organizan sus ayuntamientos, es tradición que los alcaldes se vean acompañados por numerosos regidores de otros municipios que concurren por cortesía, buena vecindad y, en muchos casos, para devolver las deferencias que ellos recibieron previamente por parte del anfitrión de turno.
Pero tales presencias, siempre importantes y de agradecer, a veces no son suficientes para los primeros ediles, a los que les gusta sentirse respaldados por los diputados provinciales y por otros representantes de instituciones periféricas superiores para escenificar ante sus vecinos que no están solos, que pertenecen a un partido concreto y que su gestión está respaldada por cargos políticos “superiores”.  Un sentimiento similar al de los alcaldes experimentan los portavoces municipales de los partidos que están en la oposición, cuando se ven acompañados por quienes ocupan, merced a sus votos, poltronas en otras instituciones de mayor enjundia que los Ayuntamientos.
Es evidente que cuando se inician unas fiestas y el alcalde de un municipio, por circunstancias extrañas que a veces acontecen, no está presente en las mismas, los ciudadanos del pueblo se sienten en cierta medida huérfanos. Y es que, aunque el teniente de alcalde sustituya al regidor y ejerza sus funciones, el alcalde es el alcalde y no hay que darle más vueltas. Es como el padre, o la madre si de alcaldesa se trata, de todo el municipio.
En estos días, en los que la práctica totalidad de los pueblos inician sus fiestas, son numerosos los municipios que no reciben la visita de los alcaldes vecinos, porque sus pueblos se encuentran también sumidos en celebraciones. Sin embargo, lo que parece inexcusable es que los diputados de zona tampoco concurran a acompañar a los regidores y a los vecinos de los pueblos, cuando hay constancia de que en sus respectivos municipios no se celebra ningún evento.
Tal es así que algunos alcaldes llegan a expresar en voz alta un sentimiento íntimo que muchos sienten y la mayoría de las veces callan: “¿Diputados para qué?”.
Como contraprestación a estas ausencias injustificadas, hay determinados regidores – el de Rueda podría ser un ejemplo- que concurren fieles a las llamadas de los alcaldes de otros pueblos, al margen del signo político al que pertenezcan, supliendo así ausencias de quienes estarían más obligados que nadie a concurrir a los actos previstos, ya que para ello ocupan cargos “superiores” por los que perciben emolumentos y reciben honores.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA