Javier Solana.- La séptima representación a concurso de la novena edición de la Muestra Nacional de Teatro Aficionado “Ciudad de La Seca” corrió el sábado a cargo del grupo sevillano “Por inercia teatro”, que se subió a las tablas de “La Cilla” con la obra “La comunión de las amapolas”, de Valdo Ruiz Cordero, que a la sazón dirigió la misma.Lo más destacado de la representación de “La comunión de las amapolas”, tediosa en algunos momentos, fue la labor interpretativa que realizaron Myriam Huertas, en el papel Helena, una madre omnipotente; y Victoria Morales, que encarnó a la mayor de las hijas, del mismo nombre que la “mater familias”, acompañadas con dignidad interpretativa por Begoña Argona y Aida santos, en los papeles de Marta y María, las otras dos hijas de la unidad familiar, respectivamente.
Destacable el montaje, que hizo posible el simultaneo de la labor actoral en la escena propiamente dicha con imágenes cinematográficas y complementarias de los personajes, a modo de apoyo de alguna de las escenas de la obra.
“La comunión de las amapolas” narra las vicisitudes de una familia andaluza formada por cuatro mujeres, que tras el fallecimiento del progenitor se ven obligadas a buscarse la vida y a hacer frente a la escasez de recursos. De ahí que el fuerte carácter de Manuela influya sobre el drama de sus hijas: una costurera que quisiera ser maestra; una pequeña con carencias mentales que “continúa hablando” con su difunto padre, y una tercera que anhela tomar la primera comunión. Todo ello en medio de un drama y unas exigencias que la protagonista, Manuela, lleva hasta sus últimas consecuencias en el luto, en el orden y en la forma de vida, hasta que una vecina, que no aparece en escena y que sirve de catalizador para el desenlace de la obra, le confiesa el pecado inconfesable de su difunto esposo: la relación sentimental mantenida entre éste el párroco.
A partir de ahí, todos los personajes de la obra mutan su carácter, siguiendo la metamorfosis que experimenta la madre que sustituye al luto por traje de colores y a su difunto esposo por un mecánico; la mayor de las hijas consigue el beneplácito para convertirse en maestra y la pequeña para tomar la primera comunión, tras haber pasado por una negativa a todo por parte de la madre, en virtud, inicialmente de los criterios del difunto, y posteriormente como rechazo a los mismos.
Es decir, la obra de Valdo Ruiz Cordero utiliza como fondo de la trama, sin demasiado acierto, uno de los mecanismos de autodefensa, “la negación del yo en la realidad”, que describiera y catalogara en su día Anna Freud, hija del padre de la psiquiatría moderna: Segmund Freud.
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