J. Solana .- Quienes asistieron el domingo a la quinta representación a concurso de la sexta edición del Certamen Teatral “Villa de El Carpio” pudieron disfrutar de la que ha sido, quizás, a lo largo de de toda la trayectoria del mismo, la mejor puesta en escena de cuantas se han visto.La representación llegó de la mano del grupo salmantino “Cavea Teatro”, que eligió para la ocasión la obra cervantina “El retablo de las maravillas”, en la versión que en su día y para el siglo XXI realizara Albert Boadella, incorporando a la misma novedades del propio colectivo.
Del conjunto de todo el elenco, espléndido en su totalidad, destacó Héctor Hernández, que excelentemente dirigido por Magdalena Garzón Cuadrado, estuvo acompañado por Alicia Camarero, Alfonso Cobo, Raquel Cabanillas, Francisco Javier Gómez, Antonio Jimeno, Patricia Blázquez y María González.
Al buen resultado de la puesta en escena no fue ajeno ni el montaje de vídeo y sonido, a cargo de David Benito, ni los diseños de luces y vestuario, de Raúl Ruiz, el primero; y de Carmen Grego, el segundo.
“El retablo de las maravillas”, verdadera tomadura de pelo del siglo XVII para engañar a unos potentados condes que realmente no podían percibir el mismo al no existir, aunque fingieron verlo para salvaguardar el honor de su pureza de sangre, puso en evidencia los comportamientos idénticos y en cierta medida anómalos de una sociedad de finales del siglo XX y principios del XXI, en los que, a manos del narrador onírico y embaucador Arbequino fueron desfilando las posturas de aquella ante la religión, el arte e incluso la “nueva cocina Española”, mediante la impercepción del engaño por parte de quienes, obcecados por el brillo social, el esnobismo y el espíritu de clase se dejan enmarañar en todo momento y en todas las épocas. Y en el caso de la representación dominical por un monseñor, un artista de vanguardia y un cocinero de moda, todos ellos con el factor común de llamarse José María.
“Cavea Teatro” conectó perfectamente con el público y sus actores trasmitieron a las mil maravillas el “antisitema” que en el fondo entraña “El retablo”.