Javier Solana.- Estupenda y original la representación que ofreció ayer, en el Centro Cívico de El Carpio, con motivo de la sexta edición del Certamen Teatral de la localidad, el grupo “El Racimo” de Serrada, que concurrió para la ocasión con un obra del propio colectivo: “Alicia, ¿a dónde vas?”.Meritísima la labor que realizaron las actrices Cristina Galache y Ana María Maroto, que encarnaron a Alicia en sus fases de adolescencia y de mujer plena, respectivamente; así como la de Mercedes Sayegh, que dio vida a una “Caperucita Roja” muy especial, bajo la certera dirección de Alejandro Espeso.
El resto de los actores -Mila González, Eduardo González, Enrique González, Rafael Cuéllar, Francisco Pérez y Rafael Velasco- acompañaron con dignidad, en todo momento, a las tres actrices citadas, siendo también de destacar el trabajo de imagen y sonido que corrió a cargo de Jonathan Alonso.
“Alicia, ¿a dónde vas?” no es una obra al uso, sino un pretexto que, tomando como catalizador la obra inmortal de Lewis Carrol, “Alicia en el País de las Maravillas”, realiza un hipotético recorrido de la protagonista a través de las tres fases de su vida -adolescencia, madurez y senectud-, desterrando los típicos y tópicos arquetipos de la forma de entender el mundo vigentes hasta hace sólo unos años. Baste para ilustrar lo anteriormente dicho el sentido que el texto de la obra del colectivo “El Racimo” confiere a personajes como “Caperucita Roja”, a la que dota de los atributos de la menstruación, a base de juego de tonalidades alusivas al tema; o a su inherente “ lobo” convertido mediante la insinuación en el apuesto galán, siempre deseado por una joven, que no pudo ser en su época tanto por la ingenuidad propia del tiempo en que la obra fue escrita como por la “presunta intencionalidad” de su autor, Charles Perrault. No obstante, el montaje de “El Racimo” da al personaje de “Alicia” una auténtica verosimilitud propia de nuestros días, dotando para ello a la protagonista de los componentes y aditamentos de nuestra época.
La ingenuidad adolescente queda reflejada en una cita que nunca existió, al olvidar fijar el lugar preciso de la misma mediante una conversación de teléfono móvil; la agresividad de los tiempos actuales, a través de fingidos malos tratos recíprocos en una pareja adulta; y el afecto propio de la senectud, a través de la confianza y el juego erótico que puede suponer para una pareja una compleja partida de ajedrez -con concomitancias de una escena ya conocida, a través de la película “El séptimo sello” de Igmar Bergman-, sustituida para la ocasión, a base de naipes, en el juego de las “Siete y media”.
Si a todo ello añadimos reminiscencias dramáticas, de claro origen y declamación lorquianas, “Alicia, ¿a dónde vas?” se convierte en una obra interesante para el público, porque hace pensar, para los actores que la interpretan y para quien la dirige, ya que requiere infinidad de registros dramáticos para sacar un buen partido de su complejidad endógena a la hora de establecer la complicidad necesaria con el público, que, a juzgar por los aplausos, “El Racimo” consiguió en su representación del pasado fin de semana.
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