Cuando el pasado lunes se desarrollaba el Pleno del Ayuntamiento, nadie sabía lo que se estaba “cocinado” en los fogones de la política local. Y es que a veces, una presencia que habitualmente suma votos desde otro partido político – y no se produce por la razón que sea – o una ausencia que resta los propios provocan que algunos acuerdos no salgan adelante o que determinados temas que la mayoría gobernante tenía previsto rechazar se aprueben sin más.
Quizás por tal motivo y porque los legisladores siempre fueron sabios, los asuntos que se tratan en las sesiones Plenarias, cuando se aprueban o rechazan, dejan de tener tal nombre para adoptar el de “acuerdos”.
Y es que acordar supone siempre, incluso cuando existe una mayoría absoluta, aunar voluntades, pactar proyectos, negociar la resolución de problemas y consensuar soluciones que sean del agrado de todos y no sólo de los políticos que se sientan en las poltronas sino también de quienes, un día, con sus votos, les sentaron en las mismas. Eso es, simple y llanamente, lo que se conoce, en toda la extensión de la palabra, como democracia. Y, hablando de ésta, su quintaesencia radica, en el caso de las minorías, en respetar a quien obtuvo una mayoría absoluta para que saque adelante su programa, como, por parte de quien ostenta ésta, saber incorporar a su proyecto ideas compatibles, propuestas razonables o matices enriquecedores que emanan de las minorías. Eso es, además de gobernar para todos, regir los destinos de un pueblo con sensibilidad y garantizar que cualquier proyecto diseñado a largo plazo tenga, por mor del respeto granjeado, garantizada su continuidad.
Esa es la tesitura en la que, al parecer desde ahora, se va a encontrar el alcalde de Medina, tras ver en el Plenario del lunes cómo algunas de las mociones que pretendía sacar adelante se quedaron en la estacada, y cómo otras que plantearon otros grupos políticos “vieron la luz verde”.
No estaría de más que, quien ostenta la primera magistratura local entone el “mea culpa”, haga una cura de humildad y comience a tratar al conjunto de los representantes de la oposición como lo que son: concejales con la misma representatividad que él, con sus mismos derechos y hasta con sus mismas prerrogativas, salvo aquellas que la ley otorga a quien preside, en nombre de todos, la Corporación Municipal, cuyos miembros, al margen del número de votos que en su día obtuvieron, representan también a los ciudadanos.
La historia, siempre justiciera, trata mejor a aquellos de quien dice que presidieron el Ayuntmiento que a esos otros a los que llama, a secas, alcaldes.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA