Disciplina inglesa
En estos días en los que se habla de Baltasar Garzón y de la Memoria Histórica, del caso Gürtel, del “affaire” Matas, todos los políticos, comentaristas, escritores, analistas, politólogos y hasta las amas de casa ponen en sus labios antes de hablar el adjetivo presunto, presunto y presunto, hasta por triplicado para salvaguardarse de posibles complicaciones legales en las que se pase de ser un presunto lo que sea a un procesado cualquiera.
Lo que no es presunto si no un hecho cierto es que la Alta Escuela de Eaton utilizó durante siglos, si es que aún no lo hace en los tiempos modernos la denominada disciplina inglesa o disciplina baja, por la parte del cuerpo en la que la misma se aplicaba para corregir los desmanes de los universitarios de aquella alta escuela de formación.
Con todas las presunciones por delante y sin poder asegurar, porque es evidente que no es así, el alcalde de Medina del Campo, Crescencio Martín Pascual, parece haber empezado a disciplinar al personal del Ayuntamiento y no precisamente con los métodos de Eaton si no con los más racionales del decreto siempre punitivo, al menos de forma presumible.
Este es el caso del secretario del Ayuntamiento, al que parece que el alcalde ha empezado a aplicar disciplina, más bien alta que baja, como consecuencia de las reiteradas advertencias de ilegalidad que hizo el mismo de forma previa al debate de determinados temas en la última Sesión Plenaria del Ayuntamiento.
El sistema elegido, presumiblemente por el regidor medinense no ha sido la palmeta de abedul que se utilizaba en Eaton si no algo mucho más contemporáneo y que bajo el nombre de Resolución de Alcaldía bien podría tildarse de “decretazo”.
Y es que no parece de recibo que a un funcionario que parece haberse puesto en su sitio de forma definitiva, desobedeciendo las presiones emanen de donde emanen, se le suspendan unas vacaciones que se le adeudan desde el año anterior y más aún el día en el que las mismas comenzaban. Todo ello con un error en la forma, ya que en función de la Resolución que le concedieron las vacaciones ya se había habilitado a otro funcionario para desempeñar las funciones de Secretaría, y hasta de fondo, ya que al tener que autenticar el secretario la firma del alcalde al menos se le hizo venir en el primer día de disfrute de sus vacaciones para quitárselas, infiriéndole además la humillación de ser él y no otro el que tuviese que certificar la anulación de sus propias vacaciones.
Estos decretos más parecen propios de una época, hoy más que nunca, en cuestión por la Ley de la Memoria Histórica.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA