Editorial

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Fiestas y ¿fiestas?
Que Medina del Campo se encuentra ya sumida en las celebraciones patronales de San Antolín es de todos sabido.
Para comprobarlo basta con haberse acercado el pasado jueves a la subida de la Bandera de la Plaza Mayor o a la discomovida matinal de la calle Las Farolas, amén de al encierro de ayer, para saber que lo dicho es cierto.
Pero al lado de las fiestas de Medina del Campo hay otra fiesta, con circo incluído, que se desarrolla en Madrid, en la Carrera de San Jerónimo, en un edificio cuya entrada principal, flanqueada por dos leones, se abre en contadísimas y solemnes ocasiones.
No es un circo al uso, a pesar de la presencia de los leones a la puerta, ya que, quiérase o no, es la sede de la Soberanía Nacional, el Congreso de los Diputados, donde estos días se ofrece una doble función circense, en la que sus señorías, para vergüenza de todos y descrédito de la clase política, son incapaces de investir a un presidente, el que sea, para que España consiga tener un Gobierno.
La culpa, evidentemente de todos los representantes del pueblo, empieza por el candidato, que inamovible como un Don Tancredo, no da un paso ni adelante ni atrás ni a ningún lado para pactar con nadie, salvo con los productores del “curalotodo”. Y es que, tras tantos años de trabajo con rodillo, se ha olvidado de algo que se llama red en el circo más elemental.
Por su parte, el líder socialista, Pedro Sánchez, anclado en el no y en los miedos a perderlo todo en una partida que ahora no es la suya, permanece como un mero espectador de primera fila, que su sueldo, como el de toda sus señorías pagado por todos, da para eso y para mucho más.
El líder de Ciudadanos, Albert Ribera, empecinado en ser la solución a cualquier pacto, dando bandazos a diestra y siniestra, perdiendo la poca credibilidad que le quedaba y siendo el blanco de las risas de todos, incluidas las del candidato al que apoya porque todos, salvo él, saben que sus diputados no son necesarios para nadie a la hora de sumar.
Y Pablo Iglesia, de Podemos, sin respeto a nadie, insultando a troche y moche y con el puño en alto, haciendo el canelo como es ya su costumbre.
De todo ello se deduce que así no podemos seguir, que España ha dejado de ser seria y que los españoles comienzan a estar hartos por segunda vez, al ver que su voto para nada ha servido, pero puede servir para fastidiar a los miembros de las mesas electorales si, finalmente, hay elecciones en Navidad, amargándoles la misma para tener que escrutar los votos de unos señores que no tienen ningún respeto por la ciudadanía.
La Voz de Medina y Comarca