Políticos
En unos días en los que la clase política se afana en idas y venidas, reuniones y conciliábulos para conseguir formar un Gobierno – responsabilidad que ha recaído en el socialista Pedro Sánchez, tras haber declinado el encargo del Jefe del Estado el presidente en funciones del Ejecutivo, Mariano Rajoy – los españoles no consiguen salir de su asombro.
Lo cierto es que “per fas et nefas”, por error u omisión, por suerte o desgracia, España lleva sin un Gobierno, en el pleno sentido de la palabra, desde del 20 de diciembre, fecha en la que se celebraron la Elecciones Generales. Y pese a todo, a lo largo de este tiempo, todo ha discurrido con normalidad – salvo en lo que afecta a la vida política – e incluso algunos parámetros de la macroeconomía han mejorado. En lo interno, la Sanidad, las Pensiones, la Hacienda y la Educación, además de otras muchas cosas, siguen su marcha habitual, ni mejor ni peor que cuando había un Gobierno de pleno derecho.
Todo induce a pensar que, a tenor de lo que se está viendo, más de uno puede llegar a preguntarse para qué son necesarios los políticos en un país como España donde la Administración General del Estado está garantizada por el Funcionariado, tan denostado por algunos y machacado por los políticos.
Pero como lo malo es enemigo de lo peor, como lo mejor de lo bueno, la clase política sigue sobrevalorándose y dándose importancia sin salir de su ostracismo y creyendo que, por no hacer nada, pone en un brete a España y a los españoles, cuando en realidad todo funciona a pesar de ella.
Sí es cierto que España necesita un Gobierno que suba o baje impuestos, que mejore la Educación, la Sanidad o la Hacienda, pero con los comportamientos que se están evidenciando en la clase política, en cuanto a falta de diálogo entre sus componentes y en cuanto a afloramiento de casos de corrupción que afectan a sus aparatos, a nadie le extrañaría que, de no conseguir formar Gobierno quien ha asumido el encargo de Jefe del Estado y comience el reloj de dos meses de la cuenta atrás, tras la sesión de investidura, quien puede hacerlo opte por las dos únicas soluciones que existen: convocar unas nuevas elecciones, que a nada conducirían, o dar el encargo, con absoluta normalidad y legalidad constitucional y fuerza moral, de formar un Ejecutivo a alguien extraño al Parlamento y que sea capaz de obtener el visto bueno mismo ante la inoperancia de sus miembros, ya que para algo han de servir los diputados.
La Voz de Medina y Comarca