Editorial

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A flor de piel
Desde hace unos días, la ciudadanía asiste con toda tranquilidad comprensiva, no así la clase política gobernante, a los acontecimientos que se han producido y aún continúan en el barrio burgalés de Gamonal.
No se trata de un levantamiento, ni mucho menos de un “atentado” como ha ha calificado a los hechos, con un nuevo desacierto, la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, sino de una queja vecinal que ha aflorado y que está teniendo su fiel reflejo en las calles de Burgos y en las de otras cincuenta ciudades españolas, cuyos vecinos, hartos como los de Burgos, han salido a las calles en su apoyo.
Las razones son sencillas y no hay que dar muchas vueltas para encontrar los orígenes de esta forma de proceder por parte de la ciudadanía que ha tenido que adaptarse a todos los recortes económicos y de derechos, habidos y por haber, a diferencia de una clase política que sigue instalada en la ensoñación del “ladrillazo” y en todo de lo que de él deriva, como si tuviese una “patente de corso” para atacar a diestro y siniestro, allí conde lo crea oportuno, hacer lo que le venga en gana, incluida la rapiña; y, por supuesto, con impunidad.
Pero he aquí que los vecinos de una de las ciudades más conservadoras y serias de  España se han hartado y han dicho no, en la calle, al proyecto que el regidor Lacalle ha intentado imponer con todo tipo de subterfugios legales, para invertir más de ocho millones de euros en un aparcamiento, cuando las arcas municipales burgalesas no disponen de 15.000 euros para arreglar la guardería que el municipio necesita y exige.
Esto, en otros momentos hubiera pasado de forma imperceptible en las crónicas, pero hoy, en plena crisis, cuando todo son problemas, ha servido de mecha para el encendido de una protesta vecinal y, nadie lo dude, de ejemplo para futuras actuaciones de la sociedad civil cuando sus derechos y su opinión se vean cercenados. Y es que cundo no hay trabajo porque no hay recursos no se pueden hacer inversiones millonarias por parte de una Administración bajo ningún concepto, en detrimento de necesidades básicas.
Si a ello se añade que el constructor de las obras es un viejo conocido de la justicia, por la que fue condenado; y también del presidente Aznar, que le indultó de su pena, es lógico que se haya prendido la mecha y los ciudadanos se hayan echado a la calle para acabar con estos desmanes que, aunque burgaleses, son muy frecuentes en muchos municipios de España.
 La Voz de Medina y Comarca