¡Feliz Navidad!
Aunque los ciudadanos de cierta edad han vivido épocas de penuria, la inmensa mayoría de los españoles y de los medinenses no han conocido una época como la actual, en la que el paro, el futuro incierto y las malas condiciones de vida de muchos compatriotas, cuando no son las propias, han hecho mella en los ánimos económico y psicológico de la sociedad.
Atrás quedan aquellos años, más que de bonanza, de euforia económica en los que parecía que los españoles iban a “comerse el mundo” y la cruda realidad de hoy es otra bien distinta. Atrás quedan también, para los más mayores, aquellas calendas en las que la estrechez se vivía con dignidad y alegría, simple y llanamente porque no se había conocido nada mejor y porque los valores humanos se encontraban instaurados en una sociedad que sufría pero que tenía la esperanza de un futuro mejor.
Quizás de aquella sociedad, los españoles jóvenes de ahora y los ciudadanos del futuro deberían aprender una serie de valores que, por una crisis, desaparecieron con la misma facilidad que la arena cuando experimenta la acción del viento.
Entre aquellos valores perdidos y que hoy bien podrían recuperarse, se encuentra el amor por las pequeñas cosas de la vida cotidiana, la amistad verdadera y el calor de un hogar, entendiendo por tal no la temperatura que pueda surgir de la calefacción, que a muchos falta, sino el entramado de lazos de afecto que ha de imperar en la familia, y del que los mayores, los jubilados, dan cumplida cuenta, cuando, a pesar de sus escasos recursos de pensiones inciertas, destinan una parte de ellos a socorrer las necesidades de hijos y nietos, azotados por el paro.
Ese es quizás uno de los valores que deberían recuperarse por la ciudadanía actual; es el afecto recíproco entre los miembros de una familia, y no porque lo impongan fiscalizadores retrógrados en nombre de ideas, sino porque tal ha de ser la forma sentir de los seres humanos.
Son ese calor y esos afectos los que deben imperar siempre, aunque en estos días encuentren un marco más adecuado para su manifestación, cuando, alrededor de una mesa, más o menos generosa, se sienten los miembros de una familia para cenar o comer lo que haya, que tampoco hay que ser exigentes, y recuerden con afecto y cariño a quienes, en estas fechas mágicas de la Navidad, casi todo han perdido por las circunstancias de la vida.
Ese es el espíritu de la Navidad, en cuyo nombre, este semanario desea a todos unas sinceras ¡Felices fiestas!
La Voz de Medina y Comarca