Editorial

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Desahucios y acoso
En estos días, en los que se ha tramitado en el Congreso de los Diputados la Iniciativa Popular Antidesahucios, tras la correspondiente recogida de firmas que ha permitido su debate en el máximo órgano de representación de la Soberanía Nacional, los españoles han asistido, como reverso de la misma moneda, a una serie de presiones que los miembros de la Plataforma promotora de dicha iniciativa han ejercido sobre determinados parlamentarios para obtener de ellos el voto favorable a la misma.
Así las cosas, todo apunta que se estaría conculcando la legítima Soberanía Nacional, intentando condicionar el voto de unos representantes elegidos por sufragio universal para intentar modular sus convicciones.
Las circunstancias por las que atraviesa España, y más que España numerosos españoles que pierden sus viviendas y ven cómo se hipoteca su futuro, al no admitirse la dación en pago de las mismas, justifican todo tipo de iniciativas y protestas; pero también éstas, aun estando completamente justificadas, deben tener unos límites.
Y es que no parece de recibo que los miembros del colectivo Antidesahucios se personen a las puertas de los domicilios de los diputados para llevar allí sus protestas, cuando el respeto a la intimidad, y más si hay niños en las casas, debe ser sagrado. Y eso mejor que nadie deben saberlo los miembros de la Plataforma que han sufrido desahucios en sus propias carnes, cuando los agentes judiciales, muchas veces apoyados por guardianes de orden uniformados, se han personado en sus domicilios para ejecutar un lanzamiento cuando en las mismas había niños.
Quizás estos hechos no habrían llegado a producirse si en su día, de forma previsora, se hubiera modificado, sin complejos ni cortapisas, la obsoleta Ley Hipotecaria, que ahora cuestionan los tribunales europeos. Tampoco parece de recibo que los representantes de la Soberanía Nacional se hayan parapetado en el Congreso dotando al mismo de tales medidas de seguridad que impiden a todos, en manifestación o de forma individual, acercarse al histórico inmueble de la madrileña Carrera de San Jerónimo y a sus aledaños, cuando allí se está tomando una decisión. Tal inhabilidad política no la habrían cometido los diputados si hubieran mirado, sin ir más lejos, a Estados Unidos, donde de forma constante se convocan manifestaciones frente a la Casa Blanca o el Capitolio.
Pero es que hay muchas diferencias entre un país democrático y sin complejos y otro también democrático, en el fondo, pero lleno de miedos; y no digamos entre la actitud de unos representantes que, llegado el caso, dimiten, y otros que no se van ni aunque los echen.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA