Y llegó el Carnaval de verdad
Que ha llegado el Carnaval es algo incontestable, ya que los disfraces han hecho su aparición en las calles y plazas de Medina del Campo como en el resto de municipios de España.
Sin duda alguna, los ciudadanos de todas las edades aprovecharán estos días para echarse a las calles disfrazados de aquello que les habría gustado ser o no ser, con el libre albedrío de elegir atuendo y máscara para la ocasión, mientras entonan, en algunos municipios, las populares chirigotas que, a modo de monserga, harán sonar los oídos a más de uno. Otros, nadie lo dude, podrán salir de sus casas con tranquilidad, ocultos tras la máscara que habrá de protegerlos de esa práctica tan fea que tienen las llamas y de las que algunos, por derecho propio, merecen ser los destinatarios. Es el salivazo occidental que en los vecinos paises árabes se materializa en el repugnante zapatillazo que reprueba las conductas indecentes y humilla a quien las han practicado.
Y es que España se ha convertido en los últimos tiempos en un Carnaval generalizado sin necesidad de una fecha propia para eclosionar, ya que ha ido apareciendo poco a poco como consecuencia de conductas reprobables que afectan a partidos políticos e instituciones, a patronales, a colectivos y a un buen número de indecentes que, parapetados en ellos, se han lucrado de lo ajeno porque otros no han sabido corregir, en tiempo y forma, desde las posiciones que tenían y tienen para hacerlo, tales desmanes.
Es la corrupción que todo lo altera, es el afán del dinero por el dinero, ganado sin necesidad de sudar y perjudicando al conjunto de la ciudadanía; es la chapuza que muchos de casa creían desterrada de por vida en un país serio como España y que sólo era observada por los ahora denominados “mercados”, en algunos casos, no tanto ellos como quienes están detrás, tan indecentes como los autores de las fechorías.
Lo triste es que durante estos días de Carnaval, el de febrero y el tradicional, muchos se disfrazarán de sobres, con o sin membrete, de sacos en los que el símbolo del Dolar brillará con luz propia y de cualquier otra cosa alusiva al tema de la corrupción, exteriorizando así su protesta y su impotencia, en tono festivo, para erradicar aquello que nunca debió existir.
Es el carácter del español, que lleva siempre a lo cómico lo que en realidad es una tragedia, incapaz las más de las veces de asumir esa responsabilidad que le confiere el título constitucional de ciudadano para, mediante los cauces legales, poner coto, cuando la ocasión llega, a todos los desmanes pasados, presentes y futuros.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA