Editorial

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Y llega un nuevo año
Como quien no quiere la cosa llega un nuevo año, con la esperanza de que 2013 sea para todos mejor que 2012, contraviniendo la sentencia que dice “Cualquier tiempo pasado fue mejor”.
La verdad es que para que 2013 sea mejor que el aciago 2012, que dejamos atrás, sólo habrá que hacer un esfuerzo: recomponer todo lo que se ha deshecho a base de trabajo, sudor y lágrimas, ya que España está para pocas alegrías.
Atrás quedan sacrificios colectivos de todos los españoles, reformas laborales, recortes, copagos y todo lo que ha hecho factible, en aras de un prometido futuro mejor, sentar las posibles bases de la ansiada recuperación, que no termina de llegar.
Por todo ello, a pesar de los millones de parados existentes, a pesar de haber pasado España de ser país receptor de inmigrantes a emisor de emigrantes y unas cuantas cosas más, sólo queda una solución: trabajar y trabajar, pero exigiendo las reformas de calado que aún no se han hecho.
Entre ellas, ni qué decir tiene, figura la  de la Administración, que en el caso de Castilla y León parece haberse iniciado con el timorato proyecto de Ley de Ordenación del Territorio, que confía una buena parte de su futuro a la voluntariedad de los municipios a la hora de agruparse para grandes fines, que es tanto, dado el individualismo del carácter castellano, como mentar la soga en casa del ahorcado, si tal agrupamiento implica pérdida de soberanía. A mayores, se plantean nuevas mancomunidades prestadoras de servicios; y lo que parece más viable, la figura de localidades de más de 20.000 habitantes que darán servicios a los municipios que no disten de ellos más de 15 kilómetros.
Sin embargo hay algo que nadie termina de entender y que es tan sencillo como la operación quirúrgica que debe realizarse a un ser que se muere: o se le opera, y salga el sol por Antequera; o se le deja morir lentamente. Es precisamente esa reforma.
Y la ocasión de hacerla definitivamente  la tiene el Gobierno Central, que, al estar sustentado por una mayoría absoluta, puede hacer y deshacer sin cortapisas ni limitaciones, tal y como ha hecho con la Sanidad, la Educación y otros derechos básicos y fundamentales, hincando el diente, de forma definitiva y sin dilación, en los males que se provocan por otras Administraciones. Eso sí, a base de diálogo y consenso, a los que deben añadirse todo tipo de medias cautelares para que una situación como la que vive España, generada por una crisis bancaria, y no precisamente desencadenada por los banqueros profesionales, no vuelva más a repetirse. Ese es el reto de la denostada clase política.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA