Editorial

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Ordenación del Territorio
Las reuniones de los políticos locales con representantes de la Diputación – por precepto constitucional también Corporación Local – y con cargos de segundo nivel de la Administración Autonómica proliferan estos días para estudiar la propuesta de la Junta de Castilla y León antes de proceder a aprobar la nueva Ordenación del Territorio, que además de ser algo lógico, viene como estricta orden de Bruselas, al igual que en su día llegó a Italia para que suprimese un buen número de Ayuntamientos, sociedades públicas y administraciones periféricas.
Hay que decir que, en el caso de España y especialmente en la Comunidad de Castilla y León, por la dispersión de sus núcleos rurales, existe un cierto malestar ante la posible supresión de Ayuntamientos y la creación de distritos cuyos responsables serán los encargados de canalizar los problemas de los municipios a las Administraciones mal llamadas “superiores”.
La palabra distrito parece no haber gustado a los alcaldes y menos a los titulares de las Mancomunidades, que luchan estos días para que aquellos adopten los nombres de éstas. “¿Qué más da si el gato es negro o blanco?, mientras sea gato y cace”. Este “es el quid de la cuestión”, que es tanto como decir “ ahí está la madre del cordero”.
Adelgazar la Administración no es cuestión baladí, pero al menos para intentar hacerlo, está claro que algunos municipios, aquellos de mayor tamaño, porque cuentan con infraestructura suficiente para ello, están llamados a erigirse en prestadores de servicios para los pueblos más pequeños.
Eso sí, tras la supresión de ayuntamientos, si los servicios terminan prestándose desde los distritos o mancomunidades, e incluso desde las propias Diputaciones, sería necesario democratizar su sistema de elección de sus componentes, ya que no parece de recibo, ni por asomo, que sea voto endogámico e indirecto de la clase política el sustituto del sufragio universal que a los españoles, por precepto constitucional y en un apartado intangible de la Carta Magna, les corresponde. Y es que de obrar así, a golpe de voto electivo de segundo grado, se estarían cercenando los principios básicos de la propia democracia
Así las cosas, los españoles que soportan con resignación todo tipo de recortes, tienen que sentirse perplejos al ver cómo la Administración no adelgaza de verdad y se empiezan a ofrecer alternativas que, por la lejanía y desplazamiento del centro del poder, tendrían dificultades para detectar los problemas y resolverlos, con el único fin de mantener las decimonónicas provincias en un Estado, como mínimo, Autonómico.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA