Editorial

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Y llegaron las fiestas
Cuando “La Voz de Medina y Comarca” llegue hoy a las manos de los lectores, los mismos se estarán preparando para vivir de forma intensa las celebraciones patronales de San Antolín e incluso algunos aprovecharán su presencia en la Plaza Mayor, con motivo de la colocación de la Bandera Nacional en lo más alto de la Colegiata, para adquirir el ejemplar del semanario e informarse de cuanto ha pasado en los últimos ocho días y de cuanto está  previsto para la semana que se avecina.
Naturalmente, lo más noticiable son las fiestas, pero en lo más íntimo de los medinenses y con motivo de la llegada de las celebraciones patronales, se agolparán recuerdos y experiencias vividas que ningún medio de comunicación será capaz de recoger. Y es que dichas vivencias pertenecen a los sentimientos más profundos de todos y cada uno de los medinenses.
Pero si se nos permite escudriñar en el alma colectiva de los ciudadanos de la villa, sin duda alguna aparecerán esas añoranzas que siempre evocan a los seres queridos y a los amigos que un día se fueron para no volver, que el paso de los años a nadie perdona.
Seguro que, se confiese o no, porque lo íntimo a veces se guarda como el bien más preciado, más de uno intentará tragarse para sus adentros esa emoción que siempre se convierte en lágrimas, más o menos contenidas, cuando se iza la Bandera, suena el Himno Nacional y algún familiar o amigo al que no se ve desde hace tiempo se acerque a estrecharle entre sus brazos para felicitarle las fiestas, en medio de ese ambiente en el que todos se sienten, ante todo, medinenses.
Y por tradición, como medinenses, todos olvidarán los problemas que puedan tener porque los mismos ni tienen ni pueden tener espacio en unos días en los que la alegría y el júbilo se generalizan, simple y llanamente, porque llegan las fiestas.
La gente joven, en traje peñero, encontrará en estos días el marco adecuado para la diversión sin límites, aunque dentro de los cauces de corrección que caracteriza a los medinenses; los que ya tengan hijos en edad de aprender, imbuirán a los mismos en las tradiciones de diversión sana y les trasmitirán el espíritu hospitalario que ellos heredaron; y los más mayores, saliendo a la calle o quedándose en casa si no pueden hacerlo, evocarán, al oír los morterazos, sus años mozos, aquellos en los que, al igual que los jóvenes de hoy, a los que a veces critican, transgredían las reglas y no volvían a casa en toda la noche, porque la fiesta se sabe cuando empieza pero no cuando acaba.
Pues que empiece el jolgorio y termine, como muy pronto, en armonía y como Dios manda, dentro de ocho días.
¡Felices fiestas!
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA