Solana.- De rotundo éxito puede calificarse la puesta en escena de la obra “Arlequín, servidor de dos patrones”, segunda a concurso de la “Muestra Nacional de Teatro Aficionado” de La Seca, que ofreció en la noche del sábado el elenco “Carasses” de la localidad alicantina de Elda. Bajo una estupenda y compleja dirección de Antonio Santos, que consiguió salvar verdaderas dificultades escenográficas por el reducido tamaño del escenario de “La Cilla”, con el apoyo de los propios actores, duchos en el manejo de “morcillas” cuando fue menester, destacó en la representación de la obra de Carlo Goldoni el actor Luis Martínez, que encarnó a un “Trufaldino” con enorme riqueza de matices, tanto orales como gestuales y mímicos, a lo largo de una representación de casi dos horas, en la que las risas del público no cesaron de bullir.
Martínez estuvo perfectamente secundado por Eva Ballesteros, en el rol de “Beatriz”, y por Damián Varea, que encarnó a “Florindo”.
Excelentes también los denominados actores de reparto, figurando entre los mismos Daniel Gil, que dio vida a “Briguela”; Alberto Rodríguez, que encarnó a “Silvio”; Laura Roda, que representó el rol de “Isabella”; Lola Ibáñez, que ofreció una tierna “Sirena”; y Víctor Venalcázar, que encaró el papel del “Doctor”. Y, sobre todos ellos, en lo que a actores de reparto se refiere, destacó una inconmensurable Pepa Sarrió, dando vida al avaro y complejo “Pantaleón”.
En síntesis, la obra de Goldoni deja constancia de los avatares de un buscavidas, “Trufaldino”, que para saciar su hambre no duda en servir a dos amos diferentes, a la sazón, novios entre sí, aunque sin saberlo ya que, la última, asume el papel de su difunto hermano y no se producen encuentros reales entre ambos, sino que éstos son sustituidos por los enredos de “Trufaldino”.
En lo que respecta a los decorados, fueron también exquisitos, ya que los mismos, pintados a mano, eran tan sencillos como puedan serlo cuatro telones que suben y bajan, en función de las necesidades, teniendo como factor común, una puerta por la que se accede a teóricos interiores. Eso sí, casi en la parte final de la obra, se produjo un enredo casual de dos de los telones, que fue salvado por sendas “morcillas” muy adecuadas por parte de dos actores.
En lo que respecta a Luis Martínez, este joven actor imprimió una enorme celeridad y rapidez a toda la representación, siendo dignas de ponerse de relieve dos escenas: una en la que pretende escurrir el bulto arrastrándose para hacer “mutis por el foro”, y otra muy similar en lo que a ocultación de su cuerpo se refiere, escondiéndose en un baúl de mimbre que, al ser abierto, hace que el personaje reaparezca pero no con sus características habituales, sino con un gesto y una mímica, acompañados de la correspondiente música, que le transforman en una verdadera figurita autómata. Sin duda alguna, el excesivo movimiento y el sudor que emanaba de los poros de la piel de este actor, encorsetado en una máscara y acosado por los focos, le costaron un par de kilos de adelgazamiento.
En definitiva, la representación resultó del agrado del público asistente, mucho más numeroso que en las dos primeras sesiones, y que regaló a los actores con un buen número de aplausos al finalizar la representación, lo que les obligó a salir a saludar varias veces.