29-S
Si el 29-S pasa a la historia como la quinta Huelga General de la Democracia, por sus discutibles y discutidos y resultados, será la historia quien tenga que decirlo. Pero la realidad que todos los medinenses y todos los españoles pudieron ver que el 29 de septiembre no fue otra cosa que una paralización sectorial, grandísima en muchos casos, que no secundó la totalidad de los trabajadores y que, en consecuencia, no permite revivir lo que en su día sintiera Felipe González con un sencillo “se paró hasta el aliento”, con motivo de la Huelga General que él también sufrió.
Numerosas son las críticas que se han vertido estos días, desde algunos sectores, contra los sindicalistas en afán de denostarles, intentando deslegitimar, junto a ellos, el Derecho Constitucional de Huelga.
A esas críticas y descalificaciones, no podía ser de otra manera, no se ha adherido el Gobierno que, consciente de tener que negociar, ya, otro tipo de temas por necesidad acuciante, ha querido dejar las puertas abiertas a un inminente diálogo que tendrá que entablarse sobre las pensiones, dentro del Pacto de Toledo, entre todos los partidos políticos y los agentes sociales.
Quizás, las críticas más recalcitrantes contra el resultado de la huelga hayan llegado de la mano de CEOE, olvidando que si tal convocatoria se produjo por parte de los sindicatos, la misma estuvo precedida de más de dos años de diálogo estéril entre aquella y éstos. Y a tenor de tal fracaso de la palabra y del consenso, el Gobierno, acertado o desacertado, pero asustado por la crisis, tiró por la calle de el medio y presentó un proyecto de Reforma Laboral que ahora muchos parecen ignorar que fue aprobado y convertido en Ley por el Parlamento, máximo órgano representativo de los españoles, a base de inhibiciones, políticamente al uso, del grupo mayoritario de oposición.
A la vista de los resultados, y sin haber entrado nadie en la tradicional guerra de cifras de participantes en la huelga, mientras unos han hablado de resultados porcentuales, otros se han dedicado a decir que su cometido era salvaguardar tanto el derecho de huelga como el del trabajo.
Pero, al margen de todo, la realidad es que un buen número de españoles han cuestionado algunas medidas adoptadas por el Gobierno; mas, para ello, no hubiera sido necesaria una Huelga General, ya que para evidenciar un malestar generalizado o una repulsa existen las movilizaciones que, cuando están justificadas por hartazgo de todos, no sólo resultan multitudinarias, sino absolutas. La prueba, el recuerdo de un día de infinita tristeza en el que todos los españoles se echaron a la calle para condenar un atentado de triste e indeleble recuerdo.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA