Editorial

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Tordesillas, la tradición por norma

Tordesillas es quizás la localidad vallisoletana, por no decir castellano leonesa, que mejor ha sabido guardar sus tradiciones.
Entre ellas figura el denominado Sábado de Faroles, que se celebra tal día como hoy, de forma multitudinaria, ya que las peñas, en la villa llamadas pandas, salen a la calle para realizar un enorme recorrido acompañadas por la música, enarbolando cada una de ellas su farol distintivo, verdadero buque insignia diferenciador de cada una de ellas. Con esta tradición recuerdan los viejos paseos de las rondas medievales que realizaba la guardia alrededor del recinto amurallado.
Ni qué decir tiene, aunque este año no toca, por ser festejo cuatrienal, que la “Soldadesca” o “Estradillo” es también una de las tradiciones más características de la Villa del Tratado, recogida ya en el “Quijote de Avellaneda”, posiblemente del tordesillano Alonso de Castillo Solórzano, en el que se escenifica, con el peligro de unas vacas, la protección de los lanceros de unas “ricashembras”, situadas bajo una enramada, mientras don Quijote y Sancho hacen su aparición en el coso, acompañados de una “ilustre fregona” que esquiva a las astadas a golpe de abanico.
Pero quizás, por no decir seguro, lo que más caracteriza a las fiestas de Tordesillas, es el secular Torneo del Toro de la Vega, ancestral tradición que enfrenta al animal más noble, cuerpo a cuerpo, con el lancero que pretende darle muerte en una lid de la que nadie sabe quién va a ser el vencedor.
Esta tradición se ha mantenido durante siglos por los tordesillanos, guardada como oro en paño, porque es, además de algo genuinamente local, un verdadero monumento viviente de la idiosincrasia de toda una época, cuando los toros eran alanceados en la denominada ribera del Duero, de la que Tordesillas es la máxima representante.
En los últimos años no son pocos los detractores que arremeten contra esta secular tradición, olvidando que los usos y costumbres de los pueblos son, cuando menos, sagrados para sus ciudadanos y dignos de ser respetados por todos.
Quizás quienes arremeten contra este secular torneo no han llegado a comprender nunca el verdadero carácter del lancero, las virtudes que le revisten y los valores inmateriales que le ornan. De ahí que, por ser incomprendido, en muchas ocasiones, el Toro de la Vega sea denostado por algunos.
Gracias a Dios la fortaleza de los tordesillanos, su fuerte y al tiempo afable carácter y su forma de preservar las tradiciones, han hecho que el Toro de la Vega sea una realidad en pleno siglo XXI.
LA VOZ DE MEDINA Y COMARCA